Algunas cosas que desconocías sobre la Justicia

Nos preguntamos, ¿es realmente injusto que muchas personas nazcan ricas y otras perezcan en la pobreza?. Si es así ¿qué debíamos hacer al respecto?.
El mundo sobresale por las escandalosas desigualdades, dentro de cada país y de un estado al otro.
Algunos niños nacen en hogares, formado por familias prósperas, en un clima confortable y de afectos y crecen bien alimentados y educados. Otros llegan a este mundo, pobres, no llegan a tener comida suficiente y jamás tienen acceso a una sólida educación, ni siquiera a una elemental asistencia médica.
Aquí se plantea la probabilidad de que es una cuestión de suerte: no somos responsables del país, de la clase social o de la economía en que nacemos.
Entonces: ¿cuán graves son las desigualdades, que además no son culpa de la gente que las padece? ¿Deberían entonces los gobiernos utilizar sus poderes para reducir estas desigualdades, de las cuales las víctimas son prisioneras aleatorias?
¿Existe la suerte?

Porque surge una pregunta. ¿Existe la suerte? ¿Tú que contestarás?: ¿existe o no existe?
La suerte es un acontecimiento aleatorio fuera de tu control. Vamos a suponer que vas abordar un avión, el cual antes del final de su viaje, caerá a tierra en un siniestro que afectará la vida de todos los pasajeros. Pero tú no lo sabes; justamente llegaste 10 minutos tarde y perdiste ese avión. Luego te enteras del siniestro y tu comentario al igual que el de tus amigos y familiares es: ¡qué suerte has tenido!
Claro que si hubieses llegado 10 minutos antes de que el vuelo partiera, hoy no estarías con vida. El comentario sería: ¡qué mala suerte ha tenido! Y en todo esto no intervino ninguna acción consciente de tu parte: ¡Existe la suerte!
Incluso tu nacimiento es una acción aleatoria fuera de tu control. Naciste en el seno de una rica familia inglesa, ¡qué suerte has tenido!. Naciste en Sierra Leona, ¡qué mala suerte has tenido!.
Claro que el tema se extiende también hacia tu nacimiento. Cuando naciste, ¿elegiste acaso tu color de ojos, de cabellos o dónde ibas a nacer? Sobre nada de esto has tenido control.
La lucha por las desigualdades
Muchas desigualdades son impuestas en forma deliberada. La discriminación racial, impide que la gente perteneciente una raza determinada, tenga acceso a empleo, una vivienda digna y educación, los que están disponibles para gente que pertenece a otras razas. También surge el hecho de que muchos empleos se les niegan a las mujeres con la excusa de que son sólo para hombres. Y claro, aquí no es una cuestión de mala suerte.
La discriminación racista y sexual es una injusticia establecida. Son desigualdades impuestas por factores que no deberíamos permitir que grabaran el bienestar básico de las personas.
La ecuanimidad clama por oportunidades abiertas para quienes estén calificados, y será bueno que los gobiernos traten de imponer esta igualdad de oportunidades.
Pero resulta más complejo dilucidar sobre las desigualdades que surgen en el acontecimiento normal de la existencia, porque aún en la igualdad de oportunidades, donde cualquier persona calificada por ingresar a la universidad, conseguir un empleo, adquirir una casa o postularse para un cargo público, sin que importe su sexo, raza o religión, aún así subsisten todavía muchas desigualdades.
Posibilidades y probabilidades
Normalmente las personas de origen pudiente tendrán siempre más educación y más recursos y podrán competir con gran ventaja para lograr excelentes empleos.
Incluso en la vigencia de un sistema igualitario de oportunidades, algunos tendrán ventaja desde el comienzo y terminarán con mayores beneficios que otros cuyos talentos son iguales o mejores que los de ellos.
Y no solamente esto, sino que a diferencia de talento producirán diferencias notables en un sistema altamente competitivo.
Quienes logren habilidades que tengan gran demanda, van a recibir más ganancias que quienes no tengan capacidades y talentos especiales.
También estas diferencias, en parte pertenecen a la cuestión de suerte. Aunque las personas desarrollen sus habilidades, difícilmente la mayoría llegue a actuar como Meryl Streep, pintar como Picasso, o fabricar automóviles como Henry Ford.
Algo semejante ocurre con los dones no tan brillantes. Tanto la suerte que aporta talento natural, como en el ambiente familiar, o de posición social son importantes para determinar nuestra influencia y lugar en una sociedad altamente competitiva. Curiosamente la igualdad de oportunidades, produce desigualdades.
El 97% de la humanidad, nace con el 95% de posibilidades pero solamente con el 15% de probabilidades, lo que es una injusticia a ojos vista.
Pero estas desigualdades, a diferencia de la discriminación racial y sexual, son producidas por acciones de toma de decisiones que no parecen ser malas en sí mismas.
La lucha por la sobrevivencia
La gente trata de dar a sus hijos lo suficiente para vivir y una buena educación, y para este propósito algunas personas tienen más dinero que otras. La gente paga los productos, servicios y entretenimientos que quiere, y algunos proveedores se hacen más ricos que otros porque lo que ofrecen es deseado por más gente.
Los negocios y organizaciones de toda clase tratan de contratar empleados que trabajen bien, y pagan mayores salarios a los que tienen habilidades poco comunes.
Si un restaurante está lleno de gente y al lado otro está vacío porque el primero tiene un jefe de cocina talentoso y el segundo no, los clientes que eligen el primero y evitan el segundo no han hecho nada malo, aunque su decisión tenga un infausto efecto sobre el propietario y los empleados del segundo, así como sobre sus respectivas familias.
Tales efectos son más perturbadores cuando dejan en muy mala situación a cierta gente. En algunos países, grandes segmentos de la población viven en la pobreza generación tras generación; pero incluso en un país rico como los Estados Unidos, muchas personas empiezan la vida con la soga al cuello, debido a desventajas económicas y educativas.
Algunos pueden superar esas desventajas, pero es mucho más difícil que triunfar a partir de un punto de partida superior.
Las más preocupantes son las enormes desigualdades de riqueza, salud, educación y desarrollo entre países ricos y pobres. La mayoría de la gente en el mundo no tiene la menor oportunidad de obtener el bienestar económico de las personas más pobres de Europa, Japón o los Estados Unidos.
Estas grandes diferencias de buena y mala suerte en efecto parecen injustas; pero, ¿qué debería hacerse al respecto, en caso de que se requiera hacer algo?
Disminuir desigualdades
Tenemos que pensar tanto en la desigualdad misma, como en el remedio que se necesitaría para reducirla o deshacerse de ella. La principal pregunta respecto a las desigualdades mismas es: ¿Qué tipos de causas de desigualdad son malas? La principal pregunta sobre los remedios es: ¿Qué métodos para interceptar con la desigualdad son buenos?
En el caso de la discriminación racial o sexual deliberada, las respuestas son fáciles. La causa de la desigualdad es mala porque el discriminador hace algo malo. Y el remedio es simplemente impedir que lo haga. Si un propietario se niega a rentar a negros, debe ser enjuiciado.
Pero las cuestiones son más difíciles en otros casos. El problema es que las desigualdades que parecen malas pueden surgir de causas que no implican que la gente realice algo malo. Parece injusto que la gente que nace mucho más pobre sufra desventajas por culpas inexistentes en ella; pero tales desigualdades existen porque algunas personas lograron ganar mucho más dinero que otras y trataron de ayudar a sus hijos en cuanto pudieron; y, como la gente tiende a casarse con miembros de su propia clase económica y social, la riqueza y posición se acumulan y pasan de generación en generación.
Las acciones que se combinan para formar estas causas (decisiones de empleo, compras, matrimonios, legados y esfuerzos por educar y alimentar a los hijos) no parecen malas en sí. Lo que está mal, de ser así, es el resultado: que algunos empiezan la vida con desventajas inmerecidas.
Si impugnamos como injusta este tipo de mala suerte, es porque nos oponemos que las personas sufran desventajas, solamente como resultado de un sistema económico y social en que ellos nacieron y recibieron como suerte.
Algunos opinamos que la mala suerte no es culpa de la persona, por haber nacido con un defecto físico y debería ser compensada en lo posible, pero no discutamos esto ahora.
Veamos las desigualdades inmerecidas que nacen del funcionamiento de la sociedad y la economía, especialmente la economía moderna que es particularmente competitiva.
Injusticia de las desigualdades
En lo particular, pienso que las desigualdades resultantes de cualesquiera de estas causas son injustas, y que es claramente perverso que un sistema socioeconómico resulte en que cierta gente viva con grandes desventajas económicas y sociales sin haber hecho nada para merecerlas, cuando un sistema de impuestos redistributivos y programas de bienestar social podría impedirlo; pero para que puedas crearte una opinión sobre el asunto, debes considerar tanto las causas de desigualdad que te parecen injustas como los remedios que encuentres legítimos.
Hemos estado hablando principalmente sobre el problema de la justicia social en una sociedad. El problema es mucho más difícil a escala mundial, tanto porque las desigualdades son tan grandes, como porque no están claros qué remedios sean posibles, a falta de un gobierno mundial que pudiera recaudar impuestos y vigilar que se usaran efectivamente. No hay gobierno mundial a la vista, lo que puede ser preferible, pues probablemente sería en muchos aspectos un gobierno aterrador. Sin embargo, subsiste el problema de la justicia global, aunque es difícil saber qué podemos hacer al respecto en el sistema de estados soberanos independientes que tenemos ahora.
Se dice que un filósofo fue consultado sobre el porqué de este mundo tan complejo. Un mundo donde las filosofías no logran explicarlo. El filósofo contestó reflexivamente: “la respuesta es que probablemente sea el más posible de los mundos”.
De todas maneras nos alienta la reflexión de Descartes.
“Siempre he pensado”, dijo Descartes, “que está en mi mente el modelo de cómo debe ser el mundo y cómo deben realizarse las cosas, y es una idea de perfección que sólo Dios pudo poner en mi cabeza”. Como parangón a este razonamiento cabe recordar lo dicho por el filósofo Agustín de Hipona: “el hombre nace con la ley escrita en la frente”.
Todos los hombres hemos recibido la idea de la que habla Descartes y todos tenemos la ley escrita en la frente. Sólo hay que darse cuenta.

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