Atención con el síndrome de Solomon, lee esto porque puedes tenerlo sin saber


Formamos parte de una sociedad que tiende a condenar el talento y el éxito ajenos. La envidia paraliza el progreso por el miedo que genera no encajar con la opinión de la mayoría. Uno de los mayores temores del ser humano es diferenciarse del resto y no ser aceptado.
Se dice que padecemos el síndrome de Solomon cuando tomamos decisiones o adoptamos comportamientos para evitar sobresalir, destacar o brillar en un grupo social determinado. Y también cuando nos boicoteamos para no salir del camino trillado por el que transita la mayoría. De forma inconsciente, muchos tememos llamar la atención en exceso –e incluso triunfar– por miedo a que nuestras virtudes y nuestros logros ofendan a los demás. Esta es la razón por la que en general sentimos un pánico atroz a hablar en público. No en vano, por unos instantes nos convertimos en el centro de atención. Y al exponernos abiertamente, quedamos a merced de lo que la gente pueda pensar de nosotros, dejándonos en una posición de vulnerabilidad.
El síndrome de Solomon pone de manifiesto el lado oscuro de nuestra condición humana. Por una parte, revela nuestra falta de autoestima y de confianza en nosotros mismos, creyendo que nuestro valor como personas depende de lo mucho o lo poco que la gente nos valore. Y por otra, constata una verdad incómoda: que seguimos formando parte de una sociedad en la que se tiende a condenar el talento y el éxito ajenos. Aunque nadie hable de ello, en un plano más profundo está mal visto que nos vayan bien las cosas. Y más ahora, en plena crisis económica, con la precaria situación que padecen millones de ciudadanos.
Detrás de este tipo de conductas se esconde un virus tan escurridizo como letal, que no solo nos enferma, sino que paraliza el progreso de la sociedad: la envidia.

Solomon Asch
Un cáncer “indetectable” habita en las personas: el síndrome de Solomon afecta a la mayoría de los individuos en su crecimiento espiritual, emocional y profesional. Con muchas probabilidades te digo que no habías escuchado de este síndrome debido a su débil difusión, sin embargo déjame mostrarte por qué esto te interesa:
Este malévolo trastorno automatizador de sociedades se basa en el miedo creciente a sobresalir o llamar la atención en exceso, tan sólo para poder encajar en cierto grupo o para no “incomodar” u “ofender” a los presentes con el talento que a ellos les hace falta. La envidia, la baja autoestima y la crítica de parte de otros, es uno de sus principales alentadores para que alguien prefiera no destacar en lo que es bueno.
Solomon Asch, psicólogo estadounidense autor de los estudios del síndrome, comprobó su teoría en un experimento sencillo donde un grupo de alumnos cómplices se reunieron con otro alumno no enterado de la situación. Se mostraban cuatro líneas dibujadas de diferentes tamaños salvo dos que notoriamente medían lo mismo. Asch preguntó cuáles eran las similares orillando a que el alumno seleccionado para la prueba contestara al final y así, la mayoría diera antes una respuesta equivocada. A pesar de que era evidente que todos ellos habían errado, él contestaba lo mismo que la mayoría. Esta prueba se realizó con 123 alumnos en la misma situación y sólo el 25% no dudó en contradecir al resto y conservar su postura que daba con la respuesta correcta. Al finalizar muchos confesaron reconocer la respuesta obvia, pero su miedo a la equivocación y al ridículo les impidió ver claramente.
“El miedo, esa fuerza que mueve el mundo. La antifuerza.” Situaciones similares suceden a diario: en menores y mayores escalas. En el trabajo, la escuela, con los amigos y la familia. No causar revuelo en cualquier situación parece ponerse de moda; como si la gente de hoy atesorara cualquier forma de estabilidad aunque esto suponga una vida poco destacable y sin sentido. Gente va y viene a este mundo sin querer dejar siquiera un destello. Apagan su potencial porque la sociedad así se los sugiere, porque es mejor ‘no moverle’ y mantener las cosas como están. Esto me recuerda la frase que dice: “deja todo como lo encontraste”, pero… ¿qué tal si lo desbaratamos un poco?
En lo personal, lo he vivido de manera recurrente: a todos nos toca. Hace muchos años que me botaron de la empresa de ingeniería digital para la que trabajaba, pues como ellos me lo dejaron muy claro: “estás sobrado de iniciativa…”, “tienes mucha energía…”, “no sirves para un lugar donde ya todo está establecido…”, “he tenido que apagar fuegos...”. Pues hoy con certeza digo: ¡mejor para los que como yo, no cabemos en lugares como esos!, en los que las buenas ideas y las ganas de trabajar les incomoden ¡tanto!; porque que se encuentran en su lúgubre y nada fascinante zona de confort: con estándares y operaciones sistematizadas y empolvadas que dejan mucho que desear al emprendedor nato.
En una sociedad en la que cada proceso, cada patrón y cada resultado se generaliza, pierden peligrosamente identidades auténticas. Preocupante, pues la única vía de desarrollo es regresar a la página de la originalidad y de la individualidad. Cuando uno es, y le gusta lo que es: ‘siendo y dejando ser’, con ello vienen las sociedades progresistas y de mente sana. El talento se celebra, no se castiga. Eso sólo lo entenderá alguien que el brillo de los otros lo hacen brillar con más fuerza. La gente que se ofende por los logros del otro está atada a vivir en el vacío, la depresión y la pobreza del alma.
Se condena al éxito y su vez se reprende al error: algo no anda bien. La sociedad presiona al nivel que muchos acabamos sintiéndonos mal por ser nosotros mismos. Aquel que no logre destacar por sí mismo, está condenado a vivir opacado: tal vez cuando era pequeño y tenía la oportunidad de sobresalir, le ganaba el pánico, agarraba su equipaje y viajaba a ‘Solomonlandia’ una y otra vez hasta quedar oxidado.
Mi recomendación: ¡’desolomonízate’! Las personas que hoy son bien recordadas, que innovaron su entorno y apoquinaron con el desarrollo histórico de la humanidad, lo hicieron. La conformidad nunca fue el camino. Su valentía creó todo lo bueno que hoy conocemos: la ciencia, la tecnología y, las artes. ¿Qué sería del mundo si todos estuvieran dominados por este trastorno? Nada.
La luz de Nelson Mandela
Después de 27 años en la cárcel y ser elegido en 1994 presidente electo de Sudáfrica, Nelson Mandela compartió con el mundo entero uno de sus poemas favoritos, escrito por Marianne Williamson:
“Nuestro temor más profundo no es que seamos inadecuados. Nuestro temor más profundo es que somos excesivamente poderosos. Es nuestra luz, y no nuestra oscuridad, la que nos atemoriza. Nos preguntamos: ¿quién soy yo para ser brillante, magnífico, talentoso y fabuloso? En realidad, ¿quién eres para no serlo? Infravalorándote no ayudas al mundo. No hay nada de instructivo en encogerse para que otras personas no se sientan inseguras cerca de ti. Esta grandeza de espíritu no se encuentra solo en algunos de nosotros; está en todos. Y al permitir que brille nuestra propia luz, de forma tácita estamos dando a los demás permiso para hacer lo mismo. Al liberarnos de nuestro propio miedo, automáticamente nuestra presencia libera a otros”.

Baja aqui el libro de Marianne Williamson

VOLVER AL AMOR.pdf

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