Cuidado, una advertencia para educar en el siglo XXl

Un estudio reciente muestra que para el 79% de los niños latinoamericanos, entre 8-12 años, la escuela significa divertirse, ser feliz, en cuanto a la escuela, al 38% le gustaría faltar cuando quisiera, el 24% desearía cambiar de autoridades y el 23% propone que haya menos diferencias.
Este desinterés por la experiencia escolar entre los estudiantes secundarios, queda demostrado por una investigación que concluye que el 86% de ellos dejaría el colegio si se lo dieran a elegir, y en no pocos casos lo harían con aprobación de sus padres. Al 41% lo que más le interesa del colegio es estar con sus amigos. Al 13%, conocer chicos y chicas, al 12% divertirse, al 33% aprender y al 36% estudiar las materias que le gustan. La escasa seriedad con que se encara el estudio queda también demostrado en un estudio realizado con alumnos secundarios que repetían el año. Se comprobó que el 73% no estudiaba más de cuatro horas semanales, el 37% dedicaba escaso tiempo al estudio porque los contenidos no les despertaban entusiasmo. El 36% proveniente de un nivel económico alto manifestó no tener interés en el estudio. El 69% de los restantes que repetían se fue de vacaciones en el verano anterior a la fecha que tenía que rendir su turno, con un promedio de por lo menos 5 materias.
Te presento esto porque es el panorama de la educación que debes ayudar a cambiar. Ahora preguntémonos, ¿por qué pasa esto?
Resulta indudable que en la actualidad los niños y los jóvenes están expuestos a una realidad familiar, a la que le cuesta advertir los signos de la declamada importancia que dice darle a la educación y al conocimiento. Este contexto ejerce una poderosa influencia en la formación de los jóvenes.
Con el olfato entrenado para detectar la hipocresía, los jóvenes leen con gran agudeza las señales que les envía el mundo en el cual deberán vivir. Siguen con gran dedicación las enseñanzas de sus maestros en ese mundo, cuyos pedagogos son: la televisión, la publicidad, el cine, el deporte, la música popular, la política y todo lo que entra en los espacios de celebridad que ellos definen.
Lo que los chicos saben es que los mayores les enseñamos con el ejemplo. No hacen lo que les decimos sino lo que hacemos. Los más inteligentes son los primeros en aprender que resulta mucho más importante seguir lo que la sociedad enseña implícitamente con sus acciones y a través de sus estructuras de recompensa que lo que predica la escuela en lecciones y discursos sobre el recto comportamiento. La escuela, que puede y debe ejercer una función de liderismo, está condenada a perder frente a una sociedad, que a cada paso la desautoriza. Si la sociedad deshace prolijamente lo que pretende que la escuela construya, no puede esperar que la educación represente una gran diferencia.
Nuestra sociedad, que honra la ambición descontrolada, celebra el materialismo, recompensa la codicia, justifica la corrupción, cultiva la superficialidad, desprecia el intelecto, y ama el poder adquisitivo, pretende luego dirigirse a los jóvenes para convencerlos, con la palabra, de la fuerza de conocimiento, de las bondades de la cultura y de la supremacía del espíritu. Los jóvenes entran en el juego. Pero se dan cuenta que si realmente valoráramos a los maestros, les pagaríamos lo que pagamos a quien repara nuestro televisor, al plomero, a los corredores de bolsa o al personal de servicio.
Si apreciáramos los libros, leeríamos más e invertiríamos nuestro dinero en una biblioteca antes que en autos, electrodomésticos o excursiones.
Por ejemplo, en una encuesta en Argentina se establece que los mayores de 50 años son quienes menos leen, poco más de la mitad no ha leído un libro en los últimos dos años. Como es de esperar, la lectura de libros aumenta a medida que se eleva el nivel educativo de la persona.
Ahora ten en cuenta que la escuela en la llave del futuro de nuestra civilización. Su papel debe ser una contribución a crear conciencia lingüística, conciencia histórica y fundamentalmente conciencia moral, ejercitando todos los valores. Éstas son tres formas también de la conciencia de uno mismo, que son inseparables de la conciencia del otro y constituyen en la unicidad, el objetivo de la escuela del mañana.
Debemos tener la fe y el coraje de depositar en la escuela el germen de una educación que se oponga al utilitarismo dominante de nuestra época. Sólo de esta manera las futuras generaciones podrán reaccionar con una crítica objetiva a la maquinaria gigantesca del conformismo cultural.
Entonces ¿que se espera de la escuela con ayuda del facilitador y el programa de la Red Opciones?
1. Se espera que constituya una importante experiencia socializadora para los niños y los jóvenes, conformándolos de acuerdo con las normas y las convenciones de la sociedad adulta.
2. Se espera que se les enseñe formas particulares de conocimiento, capaz de generar en ellos una visión racional y realista del mundo, que garantice la correspondencia de su pensamiento con lo que es real y verdadero en el mundo.
3. Se espera que se contribuya a desarrollar el potencial singular que encierra cada joven.
El conocimiento que poseen los facilitadores y lo que sean capaces de hacer constituyen la influencia más poderosa en la que los estudiantes, aprendan a pensar. El reclutamiento, la formación y el mantenimiento de los buenos facilitadores dentro del sistema, es la estrategia fundamental para hacer una reingeniería de la educación y aportar elementos que ayuden a formar líderes creíbles del futuro. Los estudiantes tienen derecho a maestros y facilitadores que comprendan sus necesidades y cuenten con las habilidades necesarias para que el aprendizaje adquiera vida. Recuerda que los niños son el mensaje viviente que enviamos hacia un tiempo que no hemos de ver.
                                                                                                                                                              Nelson Astegher

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