Colton Burpo tenía cuatro años cuando fue operado de urgencias de apendicitis. Meses más tarde, comenzó a hablar de aquellas breves horas en que se encontró entre la vida y la muerte. En 2003, durante un viaje familiar, Colton empezó a explicar que unos ángeles lo habían visitado en el quirófano. Todd no podía dar crédito a lo que oía, pero lo animó a seguir. El pequeño afirmó entonces que mientras lo operaban vio a sus padres aguardando desconsolados en la sala de espera. Esto no era más que el principio. Durante los años siguientes les fue dando detalles de su breve estancia en el cielo y de las personas que allí conoció, como su bisabuelo Pop, muerto desde hacía más de treinta años, o su hermana, a la que su madre perdió en el segundo mes de embarazo. En la actualidad Colton tiene once años, pero todavía recuerda aquel cielo en el que abundan los colores, las personas y los animales. Su historia nos ofrece un mensaje esperanzador que ha conmovido a millones de lectores en todo el mundo.

El Padre de Colton relata:
A veces la risa es la única forma de procesar momentos difíciles, de manera que, cuando pasamos por esa calle decidí bromear un poco con Colton.
—Oye, Colton —dije—. Si doblamos aquí, podemos regresar al hospital.
¿Quieres regresar al hospital?
Nuestro pequeño rió en la oscuridad.
—¡No, papi, no me lleves allí! Mejor lleva a Cassie.
Sentada junto a él, su hermana rió.
—¡Nooo! ¡Yo tampoco quiero ir!
En el asiento del acompañante, Sonja se volvió para mirar a nuestro hijo, cuyo asiento de seguridad estaba ubicado detrás de mí. Imaginé su cabello rubio cortado a ras y sus ojos azul cielo destellando en la oscuridad.
— ¿Recuerdas el hospital? —le preguntó Sonja.
—Sí, mami, lo recuerdo. Allí fue donde los ángeles me cantaron una canción.
Dentro del vehículo el tiempo se congeló. Sonja y yo nos miramos mientras intercambiábamos un mensaje en silencio: ¿Dijo lo que creo que dijo? Sonja se inclinó hacia mí y susurró:
—¿Te ha hablado antes de ángeles?
Negué con la cabeza.
—¿Y a ti?
Su respuesta también fue negativa.
Vi un restaurante Arby’s, conduje al estacionamiento y apagué el motor. La luz blanca de un farol se filtraba dentro de nuestro auto. Aún en mi asiento, miré hacia atrás, a Colton. Me impactó su pequeñez. Era un chiquillo que todavía hablaba con la adorable inocencia —a veces, embarazosa— de llamar a las cosas por su nombre.
Si tienes hijos, sabrás a qué me refiero: esa edad en la que un niño puede señalar a una mujer embarazada y preguntar (en voz muy alta): «Papá, ¿por qué es tan gorda esa señora?» Colton se encontraba en esa breve época de la vida en la que todavía no había aprendido tacto ni mañas.
Todos estos pensamientos cruzaban mi mente mientras intentaba decidir qué contestarle a la sencilla afirmación de mi hijo de cuatro años de que unos ángeles le habían cantado. Finalmente, me lancé:
—Colton, ¿dijiste que unos ángeles te cantaron cuando estabas en el hospital?
Asintió vigorosamente con la cabeza.
—¿Qué te cantaron?
Colton llevó la vista hacia arriba y a la derecha con actitud evocadora.
—Pues, cantaron «Jesús me ama» y «Josué peleó la batalla de Jericó». Les pedí que cantaran un rock de Queen, pero no quisieron hacerlo.
Mientras Cassie se reía en voz baja, noté que la respuesta de Colton había sido rápida y directa, sin una gota de indecisión.
Sonja y yo volvimos a intercambiar miradas.
¿Qué está pasando aquí? ¿Acaso tuvo un sueño en el hospital?
También flotaba entre nosotros una pregunta que no hacía falta expresar: «¿Qué le decimos ahora?»
Se me ocurrió preguntarle, como algo completamente natural:
— ¿Cómo eran los ángeles?
Ahogó una risita, motivada al parecer por un recuerdo.
—Pues, uno de ellos se parecía al abuelito Dennis, pero no era él. El abuelito usa anteojos.
Luego, se puso serio.
—Papá, Jesús le pidió a los ángeles que me cantaran porque yo estaba muy
asustado. Me hicieron sentir mejor.
—¿Jesús?
Miré a Sonja una vez más y noté que estaba boquiabierta. Volví la vista a Colton.
—¿Quieres decir que Jesús estaba allí?
Mi hijo asintió con la cabeza con la misma naturalidad con la que afirmaría
haber visto una mariposa en el jardín.
—Sí, Jesús estaba allí.
—Pero, ¿dónde estaba Jesús?
Colton me miró a los ojos.
—Yo estaba sentado en el regazo de Jesús.
Si las conversaciones tuvieran un botón de «pausa», estoy seguro de que la frase de mi hijo sería uno de ellos. Pasmados al punto de no poder emitir palabra, Sonja y yo intercambiamos miradas y un telegrama mudo: De acuerdo, entonces. Necesitamos hablar de esto. Nos bajamos de la Expedition y entramos en tropel a Arby’s. Unos minutos más tarde, salíamos del restaurante de comida rápida con una bolsa llena de comida.
Durante todo ese tiempo, Sonja y yo hablamos en susurros.
—¿Crees que realmente vio ángeles?
—¡¿Y a Jesús?!
—No lo sé.
—¿Lo habrá soñado?
—No sé... Parece tan seguro.
De regreso en el vehículo, Sonja repartió los emparedados y las papitas fritas.

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                                                                                                                                               Nelson Astegher

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