Conoce tu también EL PENSAMIENTO SISTEMICO, clave de una nueva tendencia filosofica mundial.

PENSAMIENTO SISTÉMICO
El pensamiento sistémico es la disciplina que integra a las demás disciplinas, fusionándolas en un cuerpo coherente de teoría y práctica. Les impide ser recursos separados o una simple expresión de la última moda. Sin una orientación sistémica, no hay motivación para examinar cómo se interrelacionan las disciplinas antes mencionadas. Al enfatizar cada una de las demás disciplinas, el pensamiento sistémico nos recuerda continuamente que el todo puede superar la suma de las partes.
Por ejemplo, la visión sin pensamiento sistémico termina por pintar seductoras señales del futuro, sin conocimiento profundo de las fuerzas que se deben dominar para llegar a ese futuro.
Esta es una de las razones por las cuales muchas asociaciones que se han entusiasmado con determinadas visiones de crecimiento acelerado, descubren que éstas no bastan para modificar la suerte de una organización social. Sin pensamiento sistémico, la semilla de la visión cae en terreno árido.
Si predomina el pensamiento asistémico, no se satisface la primera condición para el cultivo de una visión: la creencia genuina de que en el futuro podemos alcanzar nuestra visión actuando sobre muchos factores conjuntamente.
A su vez, el pensamiento sistémico, para realizar su potencial, también requiere las disciplinas concernientes a la visión compartida, los modelos mentales, el aprendizaje en equipo y el desarrollo. La construcción de una visión compartida alienta un compromiso a largo plazo.
El manejo de los modelos mentales enfatiza la apertura necesaria para desnudar las limitaciones de nuestra manera actual de ver el mundo.
El aprendizaje en equipo desarrolla las aptitudes de los grupos de personas para buscar consensos más amplios que trasciendan las perspectivas individuales. Y la maestría personal alienta la motivación y el desarrollo personal para aprender continuamente la forma en que nuestros actos afectan el mundo. Sin dominio de sí mismas, las personas se instalan de tal manera en un marco mental reactivo alguien /algo está creando mis problemas, que se sienten profundamente amenazadas por la perspectiva sistémica.
Por último, el pensamiento sistémico permite comprender el aspecto más sutil de la organización inteligente: la nueva percepción que se tiene de sí mismo y del mundo. En el corazón de una organización inteligente se produce un cambio de perspectiva: en vez de considerarnos del mundo, nos consideramos conectados con el mundo; en vez de considerar que un factor externo causa nuestros problemas, vemos que son nuestros actos quienes crean los problemas que experimentamos. Una organización inteligente es un ámbito donde la gente descubre continuamente cómo crea su realidad y cómo puede modificarla.
Al pensar en forma sistémica, las personas se sienten en algo, mayor que sí mismas, tienen la sensación de estar conectadas, de ser generativas. Se produce un desplazamiento mental, un tránsito de una perspectiva a otra, un cambio de enfoque. Dicho de otra manera, es captar el significado más profundo de aprendizaje, pues el aprendizaje también supone un decisivo desplazamiento o tránsito mental.
Lamentablemente, en el uso contemporáneo la palabra aprendizaje ha perdido su significado central, ya que ha pasado a ser sinónimo de absorción de información. Sin embargo, la absorción de información dista mucho de constituir el verdadero aprendizaje. Sería descabellado decir que ayer leí un gran libro sobre ciclismo, por lo que he aprendido a andar en bicicleta.
El verdadero aprendizaje llega al corazón de lo que significa ser humano: por el aprendizaje nos re-creamos a nosotros mismos y nos capacitamos para hacer algo que antes no podíamos. A través del aprendizaje percibimos nuevamente el mundo y nuestra relación con él, ampliamos nuestra capacidad para crear, para formar parte del proceso generativo de la vida.
Este es el significado básico de organización inteligente, una organización que aprende y continuamente expande su capacidad para crear futuros con sentido. Para dicha organización no basta con sobrevivir.
El aprendizaje para la supervivencia, lo que a menudo se llama aprendizaje adaptativo, es importante y necesario. Pero una organización inteligente conjuga el aprendizaje adaptativo con el aprendizaje generativo, un aprendizaje que aumenta nuestra capacidad creativa.
De ahí también que las cinco disciplinas de aprendizajes antes expuestas, difieren de las disciplinas más tradicionales de la organización en que son personales.
Cada una de ellas se relaciona con nuestro modo de pensar, con lo que queremos y con nuestra manera de interactuar y aprender mutuamente. Podríamos decir que se parecen más a las disciplinas artísticas que a las disciplinas administrativas tradicionales. Aunque la contabilidad sea una disciplina necesaria para poner los números en orden y cuadrar la caja, no nos sirve para abordar las tareas más sutiles de construir organizaciones, de realzar su aptitud para la innovación y la creatividad, para modelar estrategias y diseñar políticas.
El cambio hacia una organización inteligente, abierta al aprendizaje, supone un cambio en las personas y en su enfoque. La mayoría de los problemas que enfrenta hoy la humanidad, se relacionan con nuestra ineptitud para comprender y manejar los sistemas cada vez más complejos de nuestro mundo.
En la actualidad, la carrera armamentista, la crisis ecológica, el tráfico internacional de drogas, el aumento de la distancia entre ricos y pobres, dan testimonio de un mundo donde los problemas son cada vez más complejos e interconectados.
En el mundo moderno, nuestras asociaciones sociales se ven obligadas a dar una nueva mirada sobre la forma en que se construyen a sí mismas.
Los desafíos que hoy enfrentan los jóvenes, las nuevas necesidades educativas, el cambio en las perspectivas culturales de las personas, no sólo están demandando una revitalización del método, una modernización de los programas y nuevas aptitudes en los líderes sociales, sino también transformaciones profundas en las estrategias, estructuras y procesos de las organizaciones social a escala nacional, regional e incluso mundial.
Necesitamos líderes institucionales conscientes de las deficiencias de los métodos de administración predominante en nuestras asociaciones sociales.
Es preciso construir organizaciones flexibles y no rígidas, centradas en los procesos y no en las estructuras, con reglamentación mínima, descentralizadas y no jerárquicas, armónicas y no conflictivas, consagradas no sólo al éxito cuantitativo sino también al bienestar y al crecimiento de sus líderes en todos los niveles.
Problemas frecuentes de aprendizaje que obstruyen el pensamiento sistémico. Cuando las personas de una organización se concentran sólo en su puesto, no sienten responsabilidad por los resultados que se generan cuando interactúan todas las partes. Cuando a un dirigente que se limita a su función se le pregunta por lo que está haciendo, tiende a describir su tarea y no el propósito de la organización de la cual forma parte. La mayoría se ve dentro de un mecanismo sobre el cual no ejerce ninguna influencia y al cual no se siente perteneciente. Sus responsabilidades están limitadas por el puesto que ocupan.
Siempre hay un enemigo externo. Como un subproducto de la tendencia anterior, todos tenemos la propensión de culpar a un factor o a una persona externa cuando las cosas salen mal. Si estamos concentrados sólo en lo que hacemos, no vemos que nuestros actos trascienden nuestra posición. Cuando esos actos tienen consecuencias que nos perjudican, incurrimos en el error de pensar que estos nuevos problemas tienen un origen externo. Como la persona perseguida por su propia sombra, no podemos deshacernos de ellos.
Es común en las organizaciones, también en nuestras asociaciones sociales, escuchar lamentaciones sobre aquello que los otros debieran hacer y no hacen. Los dirigentes de Grupo culpan a la asociación, la asociación se queja de los distritos, todos culpan a la falta de recursos financieros y los organismos nacionales culpan a la situación nacional. Sin embargo, estas historias sobre el enemigo externo siempre son parciales, ya que tienden a considerar la incidencia externa como única causa de la generación del problema.
Se olvida que el afuera y el adentro suelen formar parte de un mismo sistema. Este problema de aprendizaje vuelve casi imposible detectar la influencia que podemos ejercer sobre cuestiones internas que superan la frontera entre nosotros y lo externo.
La ilusión de ser proactivo
Está de moda ser proactivo. Con ese propósito, los dirigentes tratan de resolver los problemas antes que estalle una crisis. Esta supuesta actitud proactiva se ve a menudo como un antídoto contra la actitud reactiva, la de esperar que una situación se salga de control antes de tomar medidas.
A menudo, la pro actividad de que hablamos es reactividad disfrazada. Si nos volvemos más agresivos para enfrentar lo antes posible un eventual enemigo externo, estamos reaccionando, no importa como lo llamemos. La verdadera pro actividad surge de ver cómo influyen en nuestros problemas diferentes círculos de causalidad y luego actuar sobre esas causas, que subyacen bajo los hechos visibles. Ser proactivo no es ser hiperactivo.
Fijación en los hechos y en las causas inmediatas
Estamos condicionados para ver la vida como una serie lineal de hechos puntuales; y creemos que para cada hecho hay una causa obvia. Sin dejar de reconocer que en cierta medida existen explicaciones inmediatas para los hechos que ocurren, ellas no nos deben impedir ver los patrones más amplios que subyacen en los hechos y comprender las causas de esos patrones.
Una luz no sólo se enciende porque oprimamos un botón en la pared.
Nuestra fijación en los hechos forma parte de nuestro programa evolutivo. En las prioridades de un cavernícola preocupado por la supervivencia, la aptitud para contemplar el cosmos no podía ser una preocupación primordial.
Lo importante era la aptitud para ver al tigre diente de sable por encima del hombro izquierdo y reaccionar con rapidez. La ironía es que hoy las principales amenazas para nuestra supervivencia, tanto de nuestras organizaciones como de nuestras sociedades, no vienen de hechos repentinos sino de procesos lentos y graduales.
El aprendizaje generativo no se puede sostener en una organización si el pensamiento de sus directivos está dominado por hechos inmediatos, escindidos del sistema del cual forman parte.
Si nos concentramos en los hechos, a lo sumo, podemos predecir un hecho antes de que ocurra y tener una reacción óptima. Pero no podemos aprender a crear.
La parábola de la rana hervida
La mala adaptación a amenazas crecientes para la supervivencia aparece con tanta frecuencia en los estudios sistémicos de los fracasos organizacionales, que ha dado nacimiento a la parábola de la rana hervida. Si ponemos una rana en una olla de agua hirviente, inmediatamente intenta salir. Pero si ponemos la rana en agua a la temperatura ambiente, y no la asustamos, se queda tranquila. Cuando la temperatura se eleva de 21 a 26 grados centígrados la rana no hace nada, e incluso parece pasarlo bien. A medida que la temperatura aumenta, la rana está cada vez más aturdida, y finalmente no está en condiciones de salir de la olla. Aunque nada se lo impide, la rana se queda allí y hierve. ¿Por qué? Porque su aparato interno para detectar amenazas a la supervivencia está preparado para cambios repentinos en el medio ambiente, no para cambios lentos y graduales.
Para aprender a ver procesos lentos y graduales, tenemos que aminorar nuestro ritmo frenético y prestar atención no sólo a lo evidente sino también a lo sutil. No eludiremos el destino de la rana, a menos que aprendamos a aminorar nuestro ritmo y ver esos procesos graduales que a menudo plantean las mayores amenazas.
¿Cuántas de nuestras asociaciones sociales se encuentran actualmente en riesgo de seguir la suerte de la rana hervida, sin que en este momento tengan la menor conciencia de ello? ¿Qué requeriría para implementar, interna o externamente, un “aparato perceptivo” que advierta a nuestros directivos que el agua se está calentando?
La ilusión de que todo se aprende con la experiencia.
Los sociales bien sabemos que la experiencia directa constituye un potente medio de aprendizaje. Aprendemos a comer, a gatear, a caminar y a comunicarnos mediante ensayo y error. Realizamos un acto y vemos la consecuencias de ese acto; entonces realizamos un acto nuevo y diferente.
¿Pero qué ocurre cuando ya no vemos las consecuencias de nuestros actos? ¿Qué sucede si las consecuencias primarias de nuestros actos están en el futuro distante o en una parte distante del sistema en el cual operamos? Cada uno de nosotros posee un horizonte de aprendizaje, una anchura de visión en el tiempo y el espacio, dentro del cual evaluamos nuestra eficacia. Cuando nuestros actos tienen consecuencias que trascienden nuestro horizonte de aprendizaje, se vuelve imposible aprender de la experiencia directa.
Las decisiones más críticas de las organizaciones tienen consecuencia en todo el sistema, y se extienden durante años o décadas.
Una modificación apresurada introducida en los estatutos de una asociación social, puede influir en la vida interna durante una década o más. Un programa de captación estratégica de dirigentes tiene efectos organizacionales durante años. Una marginación progresiva de dirigentes experimentados pero disidentes, puede traer consecuencias a largo plazo sobre la historia a propósito de una organización social. Una inversión decidida en programa de jóvenes, puede cambiar los destinos de una organización dentro de pocos años.
¿Cómo tomar estas decisiones metiendo la pata y luego reensayando?
Se trata de decisiones donde hay escaso margen para el aprendizaje por ensayo y error. Actuando sólo por la experiencia, no pueden atenderse los problemas complejos que trascienden los límites funcionales. Es necesario disponer de maestría personal, suspender los modelos mentales, pensar sistémicamente en equipo, ampliar nuestro “horizonte de aprendizaje” a través de una visión compartida y llevarla a cabo a través de un cambio planificado.
El mito del equipo de administradores
Para batallar contra estos dilemas y problemas, se yergue el mito de la autoridad única del equipo ejecutivo o del “consejo directivo”: administradores enérgicos y experimentados, que estiman representar las diversas funciones y pericias de la organización. Consideran que en conjunto discernirán los complejos problemas multifuncionales que son cruciales para la organización. Pero ¿es efectivamente así?
Con frecuencia los equipos ejecutivos o directivos ocupan demasiado tiempo luchando por la defensa de su territorio, evitando todo aquello que los pueda dejar mal parados y fingiendo que todos respaldan la estrategia colectiva del equipo, para mantener la apariencia de un equipo cohesionado. Para preservar esta imagen, procuran callar sus desacuerdos. Personas que tienen grandes reservas evitan manifestarlas públicamente y las decisiones conjuntas son aguadas componendas que reflejan lo que es aceptable para todos, o bien, evidencian el predominio de una persona sobre el grupo. Si hay desavenencias, habitualmente se expresan mediante acusaciones que polarizan las opiniones, en vez de poner de manifiesto las diferencias de supuestos y experiencias de un modo enriquecedor para todo el equipo.
Chris Argyris , profesor de Harvard, dice que el equipo puede funcionar muy bien con problemas rutinarios, pero cuando enfrenta problemas complejos que pueden ser embarazosos o amenazadores, el espíritu de equipo se va al traste. Argyris argumenta que la mayoría de los administradores consideran la indagación colectiva como una amenaza inherente. Nuestra educación no nos capacita para admitir que no conocemos la respuesta, y la mayoría de las organizaciones refuerzan esa lección cuando recompensan a las personas que defienden con tenacidad sus puntos de vista, pero no indagan los problemas complejos. Ante la incertidumbre o la ignorancia aprendemos a protegernos del dolor de manifestarlas. Ese proceso bloquea nuestra comprensión de aquello que nos amenaza. La consecuencia es lo que Argyris denomina incompetencia calificada: equipos llenos de gente increíblemente apta para cerrarse al aprendizaje.
Estos problemas de aprendizaje no son nuevos. En su libro La marcha de la locura: de Troya a Vietnam, Bárbara Tuchman estudia la historia de devastadoras políticas de gran escala emprendidas, en última instancia, contra nuestros propios intereses, desde la caída de Troya hasta la participación norteamericana en Vietnam. En ninguno de esos casos los líderes pudieron prever las consecuencias de su propia política, aunque se les advirtió de antemano que su propia supervivencia estaba en juego.
Leyendo el libro de Tuchman, comprendemos que a principios del siglo XVIII Gran Bretaña actuó como la rana hervida. Los británicos afrontaron una década entera de creciente conflicto con las colonias americanas, sin enviar ningún representante oficial británico a la otra costa del Atlántico, mucho menos un ministro, para averiguar por qué peligraba la relación. En 1776, en el comienzo de la Revolución Americana, la relación estaba irrevocablemente deteriorada.
Hoy vivimos una época igualmente peligrosa y los mismos problemas de aprendizaje persisten con muchas de sus consecuencias. Las cinco disciplinas del aprendizaje pueden actuar como antídotos a esos problemas. Pero antes, debemos estudiar los problemas con mayor profundidad, pues a menudo pasan inadvertidos en medio de la barahúnda de los hechos cotidianos.
Las leyes del pensamiento sistémico
Los problemas de hoy derivan de las soluciones de ayer. Los agentes de policía de Nueva York tuvieron su propia experiencia de esta ley: después de arrestar a los vendedores de narcóticos de la calle 30, pronto descubrieron que simplemente habían trasladado el delito a la calle 40.
En otra ocasión, una oleada de crímenes relacionados con drogas fue el resultado de la requisa de un gran embarque de narcóticos: esto redujo el suministro, elevó el precio y provocó más crímenes, obra de adictos desesperados por mantener el hábito.
Las soluciones que simplemente desplazan los problemas a otra parte de un sistema, a menudo pasan inadvertidas, ya que quienes resolvieron el primer problema no son los mismos que heredan el nuevo.
Cuando más se presiona, más presiona el sistema.
En el libro Rebelión en la Granja, de George Orwell , el caballo Bóxer siempre tenía la misma respuesta a cualquier dificultad: trabajaré con más empeño. Al principio, su bien intencionada diligencia inspiraba a todos, pero gradualmente su empeño comenzó a tener efectos sutiles y contraproducentes: cuanto más trabajaba, más trabajo había. Bóxer ignoraba que los cerdos que manejaban la granja los estaban manipulando para su propio provecho. La diligencia de Boxer ayudaba a impedir que los demás animales vieran lo que hacían los cerdos.
El pensamiento sistémico tiene un nombre para este fenómeno: realimentación compensadora. Generalmente aparece cuando las intervenciones bien intencionadas provocan respuestas del sistema que compensan los frutos de la intervención. Hay innumerables ejemplos de este fenómeno en la economía, en la política, en las organizaciones y en la vida personal.
Las intervenciones de las potencias extranjeras para eliminar las guerrillas, otorgan legitimidad a la causa de los guerrilleros, con lo cual la fortalecen y crean mayor resistencia.
Muchas compañías ensayan un marketing agresivo gastando más en publicidad y bajando los precios. Estos métodos pueden recobrar clientes temporalmente, pero obligan a la compañía a reducir gastos para compensar. Al reducir gastos la calidad del servicio comienza a declinar y, cuanto más empeño se pone en la comercialización más clientes pierde la compañía.
Consecuencias de estos problemas de aprendizaje.
Hay también muchos ejemplos personales, como la persona que deja de fumar, engorda, sufre una pérdida de autoestima y comienza a fumar de nuevo para aliviar el stress. O la madre protectora, que desea que su hijo se lleve bien con sus compañeros e interviene para resolver los problemas, con el resultado que su hijo nunca aprende a zanjar solo las diferencias. Fieles como Boxer, estamos convencidos que el mayor empeño superará todos los obstáculos, sin ver que nosotros mismos estamos contribuyendo, con ese empeño, a crear más obstáculos.
La conducta mejora antes de empeorar
Las intervenciones que no actúan sobre los círculos de causalidad, producen la falsa sensación de que las cosas mejoran, sin que se advierta que, a la larga, empeoran. The New Yorker publicó una vez una caricatura donde un hombre sentado en un sillón empuja una ficha de dominó gigantesca que lo amenaza desde la izquierda: al fin puedo relajarme, parece que dijera. Sin embargo, no ve que la ficha tumba otra ficha, que a la vez tumba otra, y otra, y que la serie de fichas gira en torno del sillón y finalmente le caerá encima desde la derecha.
En los sistemas humanos complejos siempre hay maneras de lograr que las cosas luzcan bien a corto plazo. Los efectos negativos de la realimentación compensadora llegarán inevitablemente, pero más tarde. Una solución típica luce maravillosa cuando cura los síntomas.
Nos parece que hay una mejora o que incluso el problema quizá haya desaparecido. Pueden pasar 2, 3 o 4 años hasta que regresa el problema, o surja un problema nuevo y peor.
Para entonces, dada la rapidez con que cambian los directivos, habrá otro sujeto sentado en el sillón.
El camino fácil lleva al mismo lugar.
Según un chiste bastante conocido, un transeúnte encuentra un borracho gateando bajo un farol callejero. Le ofrece ayuda y averigua que el borracho está buscando las llaves perdidas de su casa. Al cabo de unos minutos de buscar sin éxito, pregunta: ¿dónde se le cayeron? El borracho responde que se cayeron frente a la puerta. ¿Entonces por qué las busca aquí?, pregunta el transeúnte. Porque junto a mi puerta no hay luz y aquí sí, responde el borracho.
Todos nos sentimos cómodos aplicando soluciones típicas a los problemas, ateniéndonos a lo conocido. Puede que las llaves estén bajo el farol, pero lo más probable es que estén donde se cayeron, allá en la oscuridad. La insistencia en soluciones conocidas, mientras los problemas fundamentales persisten o se empeoran, es un buen indicador de pensamiento asistémico.
La cura puede ser peor que la enfermedad
A veces la solución fácil o familiar no sólo es ineficaz, sino que puede ser adictiva y peligrosa.
El consumo de bebidas alcohólicas en las reuniones sociales, como solución al problema de la baja autoestima o al stress laboral, puede conducir al alcoholismo. Gradualmente, la cura se vuelve peor que la enfermedad, ya que reduce aún más la autoestima y aumenta el stress.
Cuando se aplican soluciones fáciles pero asistémicas, las intervenciones se vuelven adictivas y obligan a ser empleadas cada vez más.
El fenómeno de las mejoras de corto plazo que conducen a una dependencia de largo plazo, ha sido llamado por los pensadores sistémicos como desplazamiento de la carga. Darle un pescado a un hambriento, en vez de enseñarle a pescar, desplaza la carga y lo deja más débil que antes y con mayor necesidad de ayuda. La Guerra Fría desplazó hacia los armamentos una carga que debía recaer en la negociación, fortaleciendo las industrias militares. Muchas asociaciones sociales desplazan la carga hacia la obtención constante de recursos financieros externos, creando dependencia en vez de fortalecer la generación de recursos propios.
La solución de largo plazo debe fortalecer la aptitud del sistema para sobrellevar sus propias cargas.
Lo más rápido es lo más lento
Sin duda que la tortuga es uno de los animales más lentos, pero siempre llega a la meta.
Para la mayoría de los directivos de las organizaciones, su gran desafío es crear elevadas tasas de crecimiento. Pero casi todos los sistemas naturales, desde los ecosistemas hasta los animales, tienen tasas de crecimiento intrínsecamente óptimas. Lo mismo ocurre con las organizaciones, la tasa óptima es generalmente inferior al crecimiento más rápido posible.
Cuando el crecimiento se vuelve excesivo –como en el cáncer- el sistema procura compensarlo aminorando la marcha y quizás poniendo en jaque la sobre vivencia del organismo.
Es preciso pensar sistémicamente para descubrir la tasa óptima de crecimiento de nuestra organización, cualquiera que sea su velocidad.
Nuestras asociaciones sociales están llenas de ejemplos de acelerados programas de crecimiento -programas con apoyo estatal temporal, Movimiento Social en las escuelas con profesores no sociales liberados con dedicación exclusiva, fundaciones de Grupos Sociales como quien coloca primeras piedras- que han concluido en una disminución de la membresía.
La causa y el efecto no están próximo en el tiempo y el espacio
Una característica fundamental de los sistemas humanos complejos, es que la causa y el efecto no están próximos en el tiempo ni en el espacio. Por “efecto” nos referimos a los síntomas obvios que indican la existencia de problemas; y por “causa” aludimos a la interacción del sistema subyacente que es responsable por la generación de los síntomas, y la cual, una vez identificada, podría conducir a modificaciones duraderas.
Sin embargo, la mayoría de nosotros, la mayor parte del tiempo, tendemos a suponer que causa y efecto están próximos en el tiempo y el espacio. Cuando jugábamos en la infancia, los problemas nunca estaban lejos de las soluciones, por lo menos mientras nos limitábamos a un grupo de juguetes.
Años después, como dirigentes, solemos creer que el mundo funciona de la misma manera. Si hay un problema en programa de jóvenes, buscamos la causa en programa; si hay un problema en finanzas, pensamos en que la solución está en conseguir mayor dinero. Muchas asociaciones sociales que han tratado de erradicar de sus Grupos ciertas prácticas rituales, consideradas místicas por sus dirigentes, pero torturantes para los jóvenes, se sorprenderían al descubrir que ellas se han originado como evolución poco feliz de tradiciones indianistas, incorporadas a la práctica de ciertos Grupos Sociales muchos años atrás y en otras culturas.
Hay una disparidad fundamental entre la naturaleza de los sistemas complejos y nuestros modos predominantes de pensar sobre esa realidad. El primer paso para corregir esa disparidad, consiste en abandonar la noción de que causa y efecto están próximos en el tiempo y el espacio.
Los cambios pequeños pueden producir resultados grandes, pero las zonas de mayor apalancamiento a menudo son las menos obvias
Algunos creen que el pensamiento sistémico es una especie de ciencia del desconsuelo, pues enseña que las soluciones más obvias no funciona; y que en el mejor de los casos, introducen mejoras de corto plazo que luego empeoran la situación.
Pero esta moneda tiene otra cara, ya que el pensamiento sistémico también enseña que los actos pequeños y bien focalizados a veces producen mejoras significativas y duraderas, siempre que se realicen en el sitio apropiado.
Los pensadores sistémicos lo denominan principio de la palanca.
Afrontar un problema dificultoso a menudo requiere ver dónde se encuentra el punto de apalancamiento, un lugar en que una intervención con mínimo esfuerzo llevaría a una mejora significativa y duradera.
El único problema es que las zonas de alto apalancamiento no son evidentes para la mayoría de los integrantes del sistema. No están próximas en el tiempo y en el espacio respecto de los síntomas. El apéndice de orientación, es en una nave una especie de timón del timón. Cuanto más grande sea la nave, más importante es el apéndice de orientación, porque resulta difícil mover el timón cuando la nave desplaza un gran volumen de agua.
¿Hacia donde moveríamos el timón si quisiéramos virar a la izquierda? Probablemente, sin conocimiento de hidrodinámica, procuraríamos torcer la proa hacia la izquierda. Pero ¿tenemos alguna idea de cuánta fuerza se necesita para empujar la proa de un enorme buque que navega a 15 nudos? La palanca, por el contrario, se aplica en la popa, empujando la cola del buque hacia la derecha para que el frente vire hacia la izquierda. Esta es la tarea del timón.
La nave dobla porque la parte trasera es empujada por succión. El timón, al girar hacia el flujo de agua, lo comprime, creando un diferencial de presión. Ese diferencial de presión impulsa la popa en la dirección opuesta a aquella en que gira el timón. Un avión vuela de la misma manera: el ala crea un diferencial de presión y el avión es succionado hacia arriba.
El apéndice de orientación -un artilugio pequeñísimo que provoca un efecto enorme en ese buque descomunal- hace lo mismo con el timón.
Cuando gira hacia un lado u otro, comprime el flujo de agua alrededor del timón y crea una pequeña diferencial de presión que succiona el timón hacia la dirección deseada. Pero si deseamos que el timón gire a la izquierda, ¿hacia dónde volteamos el apéndice de orientación? Hacia la derecha, naturalmente.
Todo el sistema -nave, timón, apéndice de orientación- está maravillosamente diseñado mediante el principio de la palanca. Sin embargo, su funcionamiento no resulta obvio para quien no comprende la fuerza de la hidrodinámica.
De la misma manera, los cambios de alto apalancamiento en los sistemas humanos, no resultan obvios para quien no comprende las fuerzas que actúan en esos sistemas. No hay reglas sencillas para efectuar cambios de alto apalancamiento, pero hay modos de pensar que los facilitan. Un punto de partida consiste en aprender a ver estructuras subyacentes en vez de hechos puntuales. Otro punto de partida, consiste pensar en procesos de cambios y no en instantáneas.
Se pueden alcanzar dos metas aparentemente contradictorias
A veces los dilemas más enredados dejan de ser dilemas cuando se ven desde la perspectiva sistémica. Esto ocurre porque dichos dilemas generalmente son producto de un pensamiento por instantáneas y no por procesos, y aparecen bajo una nueva luz cuando se piensa conscientemente en el cambio a través del tiempo.
Por ejemplo, en materia de publicación de material educativo social, durante muchas décadas as asociaciones nacionales estuvieron atrapados en el dilema entre costo y calidad. La mayoría de ellas, por razones financieras, optaban por los costos y producían material educativo de moderada calidad y presentación. Cuando el tema se pensó en términos sistémicos y se innovó, introduciendo las asociaciones la alternativa de producir en conjunto, se obtuvieron dos metas que eran aparentemente contradictorias: material de buena calidad y a un bajo costo.
Muchos dilemas aparentes de nuestras asociaciones sociales -control central versus descentralización, crecimiento cualitativo versus crecimiento cuantitativo, programa de jóvenes entusiastas versus dirigentes poco preparados son productos del pensamiento estático y lineal.
Se presentan como opciones rígidas entre esto o lo otro, porque pensamos en lo que es posible en un punto fijo del tiempo. Es probable que el mes próximo debamos escoger entre lo uno o lo otro, pero si podemos aplicar el principio de la palanca, veremos que ambos pueden mejorar a través del tiempo.
Dividir un elefante por la mitad no genera dos elefantes pequeños
Los sistemas vivientes poseen integridad. Su carácter depende de la totalidad. Lo mismo vale para las organizaciones: la comprensión de la mayoría de los problemas institucionales, requiere ver la totalidad del sistema que genera dichos problemas.
Una historia sufí ejemplifica esta ley. Tres ciegos encontraron un elefante. Es una cosa grande y áspera, ancha y extensa como una alfombra, dijo el primero, cogiendo una oreja. El segundo, cogiendo la trompa, dijo: yo tengo la verdad, se trata de un tubo recto y hueco. Y el tercero, cogiendo una pata delantera, señaló: es poderoso y firme como una columna. ¿Los tres ciegos son muy diferentes de los responsables de marketing, recursos humanos e investigación y desarrollo de muchas empresas que conocemos?
¿Es la historia aplicable a cargos directivos en nuestras asociaciones sociales? Cada cual cree ver con claridad los problemas de la organización, pero ninguno entiende la interacción entre todas sus áreas y de las políticas que podrían unificarles a todas ellas. La historia sufí termina con esta conclusión: dado el modo de conocer de estos hombres, jamás conocerán un elefante. A veces la gente decide dividir un elefante en dos. En tal caso no obtiene dos elefantes pequeños sino un desquicio, es decir, un problema arrevesado donde no hay apalancamiento posible, porque el punto de apalancamiento se halla en interacciones que no se pueden ver examinando sólo un fragmento.
No hay culpa. Culpamos a las circunstancias externas por nuestros problemas. Alguien, los consumidores, los directivos, las condiciones sociales, el gobierno- nos perjudicó. El pensamiento sistémico muestra que no hay nada externo: nosotros y la causa de nuestros problemas formamos parte de un solo sistema. La cura radica en nosotros y en la relación con nuestro enemigo. Nuestro enemigo es al fin, nuestra falta de visión y contacto con la realidad, que suele provocarnos la mayoría de los problemas de los cuales damos firme testimonio que no nos pertenece.

NELSON ASTEGHER

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Comentario de Nelson Astegher el julio 14, 2012 a las 10:33pm

Es profundo tu razonamiento Virginia y creo que estás muy conciente de que, para progresar en esta existencia debemos comprender un poco mas este universo en que vivimos. Pienso que nuestro deber para el Dios que nos creó y creó el universo es ser cada día mejores. Si toda nuestra ciencia y nuestra inteligencia no nos sirve para implantar una civilización regida por las leyes del amor verdadero, de nada significará nuestra vida y nuestra obra habrá sido solo una resaca en la marcha de los siglos. Espero que el pensamiento sistemico ayude a este entendimiento. Un gran abrazo, Nelson.

Comentario de Virginia Hernandez el julio 14, 2012 a las 2:56am

Soberbia exposición Nelson! Todo lo descrito, trasladado a cualquier grupo (familia, salón de clase, club social, asociación vecinal, y así hasta países y organismos mundiales), constituye la solución perfecta para una sana convivencia y desarrollo como sociedad.  Una de las  grandes cosas que he aprendido de mi experiencia como Pionera de Red de Opciones es precisamente no desmotivarme ante causas que parecen perdidas, sino hacer lo que me corresponda y así, tratar de contagiar a los demás. Quizá sea sólo una gota en el océano, pero el océano no sería lo mismo sin ella. Gracias Nelson por las puertas hacia EL APRENDIZAJE TOTAL, que has abierto para mí y para todo el Grupo.  Abrazos para todos.

"...la guía hará que el mundo evolucione hacia el Cielo que ya está aqui. Conocer esto es conocer nuestro destino". (James Redfield).

Comentario de Nelson Astegher el julio 13, 2012 a las 6:31pm

Muchas gracias Marco; verás como tu sabes es esencial conocer este pensamiento también holistico, me reuno con dos amigos mios fisicos quanticos y este enfoque resulta esencial para la comprensión del universo. Un gran abrazo, Nelson.

 

Comentario de anthoni carrillo velasquez el julio 13, 2012 a las 5:59pm

NELSON TE FELICITO YO SOY INGENIERO DE SISTEMAS, MUY BUEN ESCRITO, SOBRE ESTA TEORIA

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