Damón y Pitias- Sobre la amistad verdadera - Una Historia real

. Eran Damón y Pitias dos vecinos de Siracusa, que florecieron por los años 406 antes de Cristo y profesaban las doctrinas enseñadas un siglo antes por Pitágoras en Crotona y difundidas por todos los países bañados por el mar que más tarde se llamó Mediterráneo.

Dominaba a esa época en Siracusa y en toda Sicilia el tirano Dionisio, hombre tan escéptico como cruel y a la par receloso, que no obstante daba de cuando en cuando muestras de generosos sentimientos, en prueba de que por malo, perverso, cruel, inhumano e impío que parezca un hombre, no lo es irremisiblemente, porque alienta en lo intimo de su ser la imagen de Dios.

Sucedió que por uno de esos impropiamente llamados delitos de opinión, que sólo caben en la falsa jurisprudencia de los tiranos, condenó Dionisio a muerte a Damón, quien imploró del tirano la gracia de que aplazara por unos días la ejecución de la sentencia mientras hacía un viaje indispensable para dejar ultimados los negocios de la familia, y despedirse de los suyos para siempre.

Pitias, íntimo amigo de Damón, se ofreció a constituirse en rehén, con la promesa de que se entregaría gustoso a la muerte si su amigo no regresaba al cumplirse el plazo de la demora. Sin embargo, llegó el día en que expiraba el plazo y Damón no volvía. Se acercaba el momento de la ejecución, y los siracusanos temblaban por la vida de Pitias, quien tranquilo y sereno no denotaba inquietud alguna, diciendo que su amigo no faltaría a su palabra. Mientras tanto, Damón tuvo sus dificultades para el regreso, los salteadores asolaban la campiña, y la agresión a los peregrinos que se desplazaban por los caminos solitarios era constante.

Tuvo que defender su vida para llegar a tiempo a su propia ejecución. En efecto, ya llevaban a Pitias al patíbulo, cuando se presentó Damón quien arrojóse en brazos de Pitias, quien se mostró emocionado y agradecido de la prueba de abnegada amistad que acababa de darle su amigo, disponiéndose a sacrificar por él la vida.

Enternecido el tirano, no sólo perdonó la vida a Damón sino que pidió a los dos amigos por favor que le admitiesen como tercero en su honorable y diáfana amistad.

Nelson Astegher

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