La Perfección
Un hombre conversaba con sus amigos y les contaba cómo había visitado distintas ciudades buscando a la mujer perfecta para casarse. Les decía:
—Fui a Bagdad. Después de un tiempo, encontré a una mujer atenta, inteligente, culta, de una gran personalidad.
-¿Por qué no te casaste? -le dijo uno de sus amigos.
-No era completa -respondió Abdul-. Des¬pués fui a El Cairo y conocí a otra: hermosa, sensi¬ble, cariñosa.
-¿Por qué no te casaste? -le preguntó otro.
-No era completa -contestó nuevamente Abdul-. Entonces fui a Samarcanda. Allí, por fin, encontré a la mujer de mis sueños: ingeniosa, hermosa, inteligente, sensible, culta.
-¿Por qué no te casaste? -insistieron sus amigos, esta vez a coro.
-Porque... ella también buscaba a un hombre perfecto.

Nunca busques en otros la perfección que tú no tienes. Porque cuando buscas algo en tu prójimo, es una señal de que buscas lo que no tienes.
Recuerda además, que la perfección no la conocemos, porque cuando observamos la obra terminada, siempre existirá uno o varios puntos que perfeccionar. Existe la excelencia, pero no la perfección.

Amor o Pasión
Una joven princesa, de tan sólo diecisiete años, estaba locamente enamorada de un capitán de la guardia. Su deseo era casarse con él, a toda costa. El rey, que era un hombre prudente, le decía con frecuencia:
—El amor implica renuncia, y así como regala, sa¬crifica. Todavía eres muy joven, caprichosa. Si bus¬cas sólo el placer, no es momento de casarte.
-Pero, padre, ¡sería tan feliz! Compartiríamos nuestros sueños y cada minuto de nuestras vidas.
Entonces el rey reflexionó:
-Las prohibiciones hacen crecer el deseo y si prohíbo sus amores, éste crecerá desesperadamen¬te. Además los sabios indican: "Cuando el amor llegue, aunque sus senderos sean dificultosos y difíciles, síguelo”.
Entonces le dijo a su hija:
-Voy a someter a prueba tu amor. Vas a ser encerrada con él cuarenta días y cuarenta noches. Si cumplido ese plazo se mantienen firmes en su propósito, tendrán mi consentimiento.
La princesa, loca de contenta, aceptó la prueba. Todo marchó perfectamente los primeros días; pe¬ro tras la excitación de la novedad, pronto se instaló la rutina, el aburrimiento, y la princesa comenzó a vivir en un extraño vaivén entre el dolor y el placer, la alegría y la tristeza. Antes de que pasaran dos semanas ya estaba suspirando por otro tipo de compañía. A las tres semanas, estaba harta de aquel hombre.
Cuando ¡al fin! terminó la prueba, se echó en brazos de su padre, agradecida.
Tiempo después, la princesa le dijo al rey:
-Padre, háblame del matrimonio.
-Escucha, hija mía, lo que dicen los poetas de nuestro reino:
''Dejad que en la unión crezcan los espacios.
Ámense el uno al otro, sin hacer del amor una prisión.
Llénense mutuamente las copas, pero no beban de la misma.
Compartan el pan, pero no coman del mismo trozo.
Y permanezcan juntos, pero no demasiado juntos, pues ni el roble ni el ciprés, crecen uno a la sombra del otro".

Si buscas las condiciones en el amor que nombra este sabio rey, éstas existen y son las siguientes: El amor verdadero es sufrido, es benigno; el amor verdadero no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se complace de la injusticia, mas se complace de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor verdadero nunca deja de ser.

EL PRÍNCIPE CHINO
Se cuenta que allá para el año 260 A.C., en la China antigua, un príncipe de la región norte del país estaba por ser coronado emperador, pero de acuerdo con la ley, él debía casarse. Sabiendo esto, él decidió hacer una competencia entre las muchachas de la corte para ver quién sería digna de su propuesta. Al día siguiente, el príncipe anunció que recibiría en una celebración especial a todas las pretendientes y lanzaría un desafío. Una anciana que servía en el palacio hacía muchos años, escuchó los comentarios sobre los preparativos. Sintió una leve tristeza porque sabía que su joven hija tenía un sentimiento profundo de amor por el príncipe. Al llegar a la casa y contar los hechos a la joven, se asombró al saber que ella quería ir a la celebración. Sin poder creerlo le preguntó:
- ¿Hija mía, que vas a hacer allá? Todas las muchachas más bellas y ricas de la corte estarán allí. Sácate esa idea insensata de la cabeza. Sé que debes estar sufriendo, pero no hagas que el sufrimiento se vuelva locura.
Y la hija respondió: - No, querida madre, no estoy sufriendo y tampoco estoy loca. Yo sé que jamás seré escogida, pero es mi oportunidad de estar por lo menos por algunos momentos cerca del príncipe. Esto me hará feliz.
Por la noche la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las muchachas más bellas, con las más bellas ropas, con las más bellas joyas y con las más determinadas intenciones. Entonces, finalmente, el príncipe anunció el desafío: Daré a cada una de ustedes una semilla. Aquella que me traiga la flor más bella dentro de seis meses será escogida por mí, esposa y futura emperatriz de China
La propuesta del príncipe seguía las tradiciones de aquel pueblo, que valoraba mucho la especialidad de cultivar algo, sean: costumbres, amistades, relaciones, etc. El tiempo pasó y la dulce joven, como no tenía mucha habilidad en las artes de la jardinería, cuidaba con mucha paciencia y ternura de su semilla, pues sabía que si la belleza de la flor surgía como su amor, no tendría que preocuparse con el resultado. Pasaron tres meses y nada brotó.
La joven intentó todos los métodos que conocía pero nada había nacido. Día tras día veía más lejos su sueño, pero su amor era más profundo. Por fin, pasaron los seis meses y nada había brotado.
Consciente de su esfuerzo y dedicación la muchacha le comunicó a su madre que sin importar las circunstancias ella regresaría al palacio en la fecha y hora acordadas sólo para estar cerca del príncipe por unos momentos.
En la hora señalada estaba allí, con su vaso vacío.
Todas las otras pretendientes tenían una flor, cada una más bella que la otra, de las más variadas formas y colores. Ella estaba admirada. Nunca había visto una escena tan bella. Finalmente, llegó el momento esperado y el príncipe observó a cada una de las pretendientes con mucho cuidado y atención.
Después de pasar por todas, una a una, anunció su resultado. Aquella bella joven con su vaso vacío sería su futura esposa. Todos los presentes tuvieron las más inesperadas reacciones. Nadie entendía por qué él había escogido justamente a aquella que no había cultivado nada.
Entonces, con calma el príncipe explicó:
- Esta fue la única que cultivó la flor que la hizo digna de convertirse en emperatriz: la flor de la honestidad. Todas las semillas que entregué eran estériles-

No olvides nunca que la veracidad de pensamiento y acción, que pongas en tu vida, serán siempre para tú progreso, para tu tranquilidad y crecimiento, sin lugar a dudas. El pensamiento y la acción correcta, son siempre motivo de progreso y prosperidad

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