La increíble anécdota de Nicolás Paganini


Había una vez un gran violinista llamado Paganini. Nicolás Paganini fue un violinista, guitarrista y compositor italiano, considerado entre los más virtuosos músicos de su tiempo, reconocido como uno de los mejores violinistas que jamás hayan existido, con oído absoluto y entonación perfecta, técnicas de arco expresivas y nuevos usos de técnicas de staccato y pizzicato.
Algunos decían que era un hombre extraño, otros manifestaban que era poco menos que sobrenatural. Las notas de su violín eran diferentes, maravillosas. Enormes auditorios se emocionaban hasta las lágrimas y nadie quería perderse una presentación de aquel genio de la música.
Una noche, en el más grande teatro de Roma, un enorme auditorio se había preparado para recibir y escuchar la música más excelsa. El director de la orquesta fue recibido con una ovación ensordecedora.
Pero cuando surgió triunfante la figura del gran maestro Paganini, el público aplaudió largamente.
El maestro, apoyó su violín en el hombro y lo que ocurrió luego fue inefable. Fusas, semifusas y corcheas semejaron tener alas y volar alrededor por el toque de aquellos dedos mágicos y encantados.
De pronto, un extraño sonido interrumpe la fantasía de la platea. Una de las cuerdas del violín del gran maestro Paganini se había roto.
El director se detuvo. La orquesta se detuvo. El público se detuvo. Pero Paganini no se detuvo. Mirando fijamente su partitura, continuó extrayendo sonidos maravillosos de un violín con problemas. El director y la orquesta maravillados volvieron a tocar. El público se tranquilizó.
De pronto, otro sonido también perturbador atrajo la atención de los asistentes. Otra cuerda de violín de Paganini se había roto.
El director se detuvo otra vez. La orquesta volvió a parar. Pero Paganini no. Como si nada hubiese pasado, obvió las dificultades y continuó creando sonidos increíbles. El director y toda la orquesta, impresionados, continuaron la ejecución.
Pero lo más increíble estaba por ocurrir aun. Todos los presentes asombrados emitieron un Ahhh! que se extendió por toda la sala. Una tercera cuerda de violín del maestro, se había cortado.
El director se detuvo. La orquesta se detuvo. El público todo retuvo su respiración. Pero no el genial maestro. Como si fuera un acróbata, produjo todos los sonidos posibles de la única cuerda que quedaba en el violín, ya destruido.
El director, maravillado, se atrevió a seguir. La orquesta se sintió motivada para seguir. El público pasó de un profundo silencio a la euforia, de la quietud al delirio.
Ninguna nota fue olvidada en la imposible ejecución. Paganini había entrado en la gloria. Su nombre perdura inmutable a través de los siglos. No era sólo un violinista genial, es un símbolo que continúa adelante aún cuando todo parece imposible y en medio de las condiciones más adversas.
Paganini es el símbolo del que continúa adelante aún ante la imposible. Dios depositó en nuestras vidas dones y talentos maravillosos que necesitan salir a la luz aunque todo parezca derrumbarse. Sigamos adelante, despertemos como Paganini los dones y talentos que Dios nos dio. La victoria es el arte de perseverar cuando todos han resuelto parar.

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Comentario

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Comentario de Luzmila Guisao Peña el septiembre 3, 2015 a las 2:06pm

En el arte de perseverar, hemos tenido grandes maestros en la historia de la humanidad,a pesar de ello causa mucha tristeza contemplar el panorama de la humanidad tan esclavizada,subyugada a sus actitudes y creencias de victima. Las dificultades existen porque también existen la fuerza, el poder para luchar, y triunfar ante la adversidad. Rendirse comenzando apenas, e incluso sin siquiera empezar, no es de seres de origen Divino, y no cabe duda acerca de que somos hijos, de un Dios.No hay tiempo para rendirse, la vida pasa incesantemente, las oportunidades se van, lo que queda son los resultados: el triunfo, la gloria, o el remordimiento por lo que "pudo ser".

Comentario de Cruz D. Turipe S. el agosto 16, 2015 a las 9:48pm

Realmente fue un extraordinario interprete del violín; un ser que, además de manejar con destreza ese instrumento, tenía dedos muy largos, con lo cual se le facilitaba alcanzar posiciones que otros no podían, una prueba, La Carcajada del Diablo!

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