Decía Samuel Jonson, cuando se refería a la importancia de la educación: la integridad sin conocimiento, es débil e inútil. El conocimiento carente de integridad es peligroso y también temible.
Muchas veces, en nuestras conversaciones coloquiales, quienes estamos en el terreno de la educación, consideramos a la educación como un propósito, como un fin en sí misma. Pero con constancia y con pensamiento introspectivo, es necesario que determinemos cuál debe ser el propósito de la educación. Siempre resulta trascendente la pregunta: educación, ¿para qué finalidad?, ¿con qué objeto?.

Cierto es que educamos para aumentar el conocimiento y la habilidad personal, también la competencia y la comprensión, pero la educación, debe magnificar también el buen carácter y la integridad. Pensemos en esto, si por ejemplo educáramos a nuestros alumnos para la maldad y la decepción, ¿sería más aceptable una maldad educada que una sin educar? No cabría duda que la primera sería más astuta y sumamente destructiva.Previamente hemos hablado de talento sin fuerza de carácter, a la autoridad, a las armas, y aun a las palabras, que no tienen fuerza de carácter. Cualquier cosa, que no tenga fuerza de carácter, es peligrosa, sumamente peligrosa, e incluimos en esto a la educación.

La instrucción, la preparación y la educación, no reemplazan a la moralidad, y cuando debemos educar y orientar a la juventud, es indispensable que se agreguen elementos morales, éticos y de bases espirituales, para engendrar fuerza de carácter y el equilibrio necesario en sus vidas, si pretendemos conservar una sociedad segura y sana.
El propósito de la educación es hacer íntegro al hombre, en cuanto a competencia, como así también en cuanto a conciencia, porque si creamos el poder de competencia, sin la orientación que corresponde para gobernar este poder, eso es mala educación.

Por otra parte, la competencia finalmente va a desaparecer si no va acompañada de la conciencia. Henry Adams, decía que el maestro influye hasta en la eternidad, nunca podrá saberse hasta qué punto llegará su influencia.
Si separamos de la educación, los elementos morales y éticos, el porvenir que nos esperará será realmente aterrador.
Es necesario recordar que integridad sin conocimiento es débil e inútil. Y que conocimiento sin integridad es peligroso y temible.
                                                                                                                                                 Nelson Astegher

La Docta Ignorancia.pdf

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