Retornando a la caverna de nuestros antepasados

 

¿Qué es la realidad? ¿Cómo estar seguros de que lo que nuestros sentidos nos indican, es lo real? Quien haya visto la película Matrix, habrá escuchado a Morfeo hacer la pregunta a Neo, en la escena de la pastilla roja y la pastilla azul, si mal no recuerdo; de hecho, casi en toda la película se hace este cuestionamiento una y otra vez.
Te recuerdo el planteo, Morfeo le ofrece a Neo, dos pastillas, una azul y otra roja. Si tomaba la roja, despertaba a la realidad verdadera, si tomaba la azul continuaba su vida viviendo una falsa realidad, como si fuera un sueño.
El planteo de este cuestionamiento es muy antiguo, posiblemente desde tiempos inmemoriales.
El Budismo sostiene que vivimos dormidos, soñando lo que consideramos nuestra vida "real" hasta que despertamos al conocimiento y vemos la realidad.
Para comprender la situación del hombre común frente al conocimiento, bueno es recordar el planteo del maestro Platón. Recuerda quien fue Platón. Filósofo griego (Atenas, 427 - 347 a. C.). Nacido en el seno de una familia aristocrática, abandonó su vocación política por la Filosofía, atraído por Sócrates. Siguió a éste durante veinte años y se enfrentó abiertamente a los sofistas (Protágoras, Gorgias…). Tras la muerte de Sócrates (399 a. C.), se apartó completamente de la política; no obstante, los temas políticos ocuparon siempre un lugar central en su pensamiento, y llegó a concebir un modelo ideal de Estado. Viajó por Oriente y el sur de Italia, donde entró en contacto con los discípulos de Pitágoras; luego pasó algún tiempo prisionero de unos piratas, hasta que fue rescatado y pudo regresar a Atenas.
En la siguiente escena, podremos comparar el estado en que se encuentra nuestra educación, o la falta de ella.

Dialogo entre Platón y su discípulo Glaucón sobre alegoría de la Caverna.
- Después de eso - proseguí yo -, represéntate nuestra naturaleza, según haya sido o no iluminada por la educación, con esas propiedades de las cosas ya referidas. Imagínate, pues, a unos hombres en un abrigo subterráneo en forma de caverna, cuya entrada, abierta a la luz, se extiende a todo lo largo de la fachada; están allí desde su infancia y, encadenados de piernas y cuello, no pueden cambiar de sitio ni ver en otra dirección que hacia delante, porque las ligaduras les impiden volver la cabeza; el resplandor de un fuego encendido lejos, sobre una altura, reverbera tras ellos; entre el fuego y los prisioneros hay una vereda ascendente; a lo largo de esa vereda figúrate un pequeño muro parecido a los pequeños tabiques que los que hacen farsas con marionetas ponen entre ellos y el público y por encima del cual lucen sus habilidades.
- Lo veo - afirmó.
- Entonces, figúrate a lo largo de ese pequeño muro a unos hombres que llevan utensilios de todas clases que sobresalen de la altura del muro, figuras de hombres y de animales, de toda clase de formas, talladas en piedra y en madera, y, como es natural, de entre los que los llevan, unos hablan, otros están callados.
- Expones un cuadro extraño - dijo - y extraños prisioneros.
- Semejantes a nosotros - intervine yo -; porque, ante todo, ¿piensas que en esa situación pueden ver de sí mismos y de sus compañeros otra cosa que las sombras proyectadas por el fuego sobre la parte de la caverna que da frente a ellos?
- Pues ¿cómo - preguntó -, si están obligados a tener sus cabezas inmóviles durante toda la vida?
- ¿Y qué diremos de las cosas que son llevadas?, ¿no eso mismo?
- Sin duda alguna.
- Entonces, si podían hablar entre sí, ¿no piensas que creerían nombrar como objetos reales al nombrar las cosas, las sombras que verían?
- Necesariamente.
- ¿Y qué?; si también un eco que enviase los sonidos desde el fondo de la prisión, ¿no crees que cada vez que uno de los que pasaban se pusiese a hablar, pensarían que esa voz era emitida por la sombra que desfilaba?
- ¡Por Zeus!, yo no creo otra cosa, ciertamente - contestó.
- Sin ningún género de duda - proseguí yo -, que a los ojos de esas gentes la realidad no podría ser otra cosa que las sombras de los objetos confeccionados.
- Es muy necesario - afirmó.
- Examina ahora - proseguí yo - su reacción, si se les librase de las cadenas y de su ignorancia y si las cosas pasasen, naturalmente, de este modo: que uno de los prisioneros fuera liberado, que se le obligara a levantarse de pronto, a volver la cabeza, a andar, a levantar los ojos hacia la luz, movimientos todos que le causarían dolor y, deslumbrándole, le impedirían mirar los objetos cuyas sombras veía poco antes; ¿qué piensas que contestaría, si alguien le dijera que entonces, hasta hace poco, veía cosas sin consistencia, pero que ahora, más cerca de la realidad y vuelto hacia objetos con más realidad, vería con más rectitud; si, finalmente, haciéndole ver cada uno de los objetos que desfilaban ante él, se le obligase a fuerza de preguntas a decir lo que eran? ¿No crees tú que se vería muy en apuros y que los contornos que antes veía le parecerían mucho más verdaderos que los objetos que se le mostraban ahora?
- Mucho más verdaderos - contestó.
- Y si se le obligase a mirar la misma luz, ¿no crees que le dolerían los ojos y que rehuiría y los volverla hacia las cosas que puede mirar y que considera a éstas más visibles en realidad que las que ahora se le muestran?
- Así es - contestó.
- Y si - proseguí yo - de allí se le sacara a la fuerza a través de la áspera y escarpada pendiente y no se le dejase hasta haber sido sacado afuera a la luz del sol, ¿no piensas que él sufriría y se quejaría de ser así tratado y que, una vez llegado a la luz, quedarían deslumbrados sus ojos y no podría ver ninguno de los objetos a los que nosotros, en estos momentos, podemos llamar verdaderos ?
- Pues no los vería claros, ciertamente.
- Debería, creo, habituarse, si tenía intención de ver el mundo superior. Y al principio, lo que vería más fácilmente serían las sombras; luego, las imágenes de los hombres y de los otros objetos reflejados en las aguas; luego, los objetos en sí; luego, elevando sus miradas hacia la luz de los astros y de la luna, contemplaría durante la noche las constelaciones y el firmamento con más facilidad que no lo haría durante el día con el sol y su claridad.
- ¿Pues cómo no?
- Finalmente, yo pienso, sería el sol, no en las aguas ni en las otras imágenes reflejadas sobre cualquier otro punto, sino el sol en su propio sitio, al que podría mirar y contemplar cual es.
- Necesariamente - afirmó.
- Después de eso, ya deduciría acerca de él que es él mismo quien produce las estaciones y los años, quien rige todo en el mundo visible y quien es de alguna manera la causa de todas esas cosas que él y sus compañeros veían en la caverna.
- Es evidente - dijo - que llegaría a eso tras aquello.
- ¿Qué, pues?, al recordar él su primera morada y lo que allí cabía y a los compañeros de cautividad, ¿no crees que él se felicitaría del cambio y se compadecería de ellos?
- Sí, ciertamente.
- En cuanto a los honores y alabanzas que entonces podían darse los unos a los otros y a las recompensas acordadas a aquel de ellos que mejor distinguiese las sombras de los objetos que pasaban, que recordase con más exactitud los que pasaban los primeros o los últimos o el conjunto y que por ello fuese el más hábil en adivinar lo que seguiría detrás, ¿piensas tú que nuestro hombre tendría envidia de todo ello y tendría celos de aquellos que de entre los prisioneros estuviesen en posesión de honores y de poder?, ¿o acaso pensaría como Aquiles en Homero y no preferiría cien veces ser mozo de carro al servicio de un pobre labrador y soportar todos los males posibles antes que volver a sus antiguas ilusiones y vivir como vivía?
- Así pienso yo - dijo -, que él sufriría todo antes que volver a vivir de aquella manera.
- Y reflexiona ahora precisamente esto - añadí yo -. Si nuestro hombre, después de haber descendido de nuevo, ocupara el mismo sitio, ¿no quedarían ofuscados sus ojos, viniendo bruscamente del sol?
- Sí, ciertamente - contestó.
- Y si él tuviera que juzgar de nuevo sobre las sombras y competir con los prisioneros, que jamás habían dejado las cadenas, mientras su vista estaba todavía ofuscada y antes de que sus ojos se habituasen de nuevo a la oscuridad, lo que exigiría un tiempo bastante largo, ¿no les causaría risa y se diría de él que por haber subido a las alturas volvía con los ojos estropeados, que no valía la pena haber intentado subir y que si alguien intentara desatarlos y conducirlos arriba, si tuvieran alguna posibilidad de cogerlo y matarlo, lo matarían?.
- Seguramente lo harían - contestó.
- Ahora, pues, querido Glaucón - proseguí yo -, debe aplicarse con exactitud esa imagen a lo que hemos expuesto anteriormente: debe compararse el mundo visible con la prisión subterránea, y la luz del fuego con la que ella queda iluminada, con el poder del sol; en cuanto a la subida al mundo superior y a la contemplación de sus maravillas, debes ver la ascensión del alma al mundo inteligible, y tú no te equivocarás sobre mi pensamiento, ya que tú deseas conocerlo. Dios sabe si es verdadero. Mi opinión es ciertamente que en los últimos límites del mundo inteligible está la idea del bien que se advierte con esfuerzo, pero que no puede concebirse sin llegar a la conclusión de que es la causa universal de todo eso que hay de bien y de bello, que en el mundo visible ella es la creadora y la dispensadora de la luz y que en el mundo inteligible es la que dispensa y procura la verdad y la inteligencia y que debe mirársela para tener que obrar con prudencia tanto en la vida privada como pública.
- Yo estoy de acuerdo contigo - dijo - en cuanto me es posible seguir tu pensamiento.
- Por tanto, ¡vamos! - proseguí yo -, coincide conmigo en este punto y no te extrañe que esos que se han elevado hasta allí a la idea del bien no están dispuestos a volver a interesarse en los negocios humanos y que sus almas aspiran sin cesar a morar sobre las alturas alcanzadas; porque así es ciertamente natural, si todavía nos relacionamos con la alegría expuesta anteriormente.
- Natural, en efecto - asintió.
- ¿Y qué?, ¿piensas que debe causar extrañeza - dije yo - si, pasando de las contemplaciones divinas a las miserables realidades de la vida humana, se tiene el aspecto torpe y ridículo cuando, con la vista todavía turbada y no estando suficientemente habituado a las tinieblas en las que acaba de caer, se ve obligado a entrar en los tribunales o en cualquier parte para discutir sobre las sombras de lo justo y sobre las imágenes que proyectan esas sombras y a rebatir las interpretaciones que hacen unas gentes que jamás han visto la justicia en sí?
- De ninguna manera hay que extrañarse - contestó.
- Pero si uno es sensato - añadí yo -, recordaría que los ojos se turban de dos maneras y por dos causas opuestas: por pasar de la luz a la oscuridad y de la oscuridad a la luz. Y después de haber comprendido que esas mismas cosas llegan a ser también para el alma, cuando se viera un alma turbada e impotente de discernir un objeto, en vez de reírse sin razón, se examinaría si, al salir de una vida más luminosa, está, falta de hábito, ofuscada por las tinieblas, o si, viniendo de la ignorancia a la luz, está deslumbrada por el exceso de luz; en el primero de los casos, se la felicitaría por su aprieto y del uso que hace de la vida; en el otro, se la compadecería y, si quisiera reír a costa suya, esas risas serían menos ridículas que si cayesen sobre el alma que desciende de la mansión de la luz.
- Sí - dijo - te expresas con justicia.

Este es el proceso de buscar conocimiento y lograr un crecimiento. El conocimiento nos sacude, es compulsivo en el aspecto de que cambia nuestra vida, nuestra manera de pensar. Nos referimos aquí obviamente al conocimiento bueno, el conocimiento que construye, que puede enriquecer nuestras vidas, con una luz, como la que recibe el habitante de la caverna. Hay por supuesto conocimientos que conducen a ser destructivos y andar hacia la oscuridad.
El mecanismo de creación está imbuido en la misma profundidad de la mente inconsciente, que es la matriz de la creación. La mente inconsciente trasciende la razón y es independiente del estímulo. Contempla un sentimiento como un hecho existiendo dentro de sí mismo y al asumir esto procede para darle expresión. El proceso creativo comienza con una idea y su ciclo corre su curso como sentimiento y termina en una voluntad de actuar. Las ideas son impresas en el subconsciente a través del medio del sentimiento. Ninguna idea puede ser impresa en el subconsciente hasta que es sentida, pero una vez que es sentida – sea buena, mala o indiferente – debe ser expresada. Sentir es la única y sola manera a través de la cual las ideas son expresadas al subconsciente. Por lo tanto, el hombre que no controla sus sentimientos puede imprimir fácilmente al inconsciente con estados indeseados no convenientes para la formación de un equilibrado estado del yo. Por controlar los sentimientos no quiero decir reprimir o suprimir los sentimientos, sino más bien disciplinarse a uno mismo para imaginar y abrigar sólo tales sentimientos que contribuyan a su felicidad. La administración adecuada de los sentimientos es muy importante para una vida plena y feliz. Nunca abrigues un sentimiento indeseado ni apoyes ningún perjuicio de ninguna forma. No te concentres en tus imperfecciones o en las de los demás. De otra manera estarás imprimiendo en tu subconsciente estas limitaciones. Lo que no quieres que te hagan, no fijes tu pensamiento en que te lo hacen a ti o a otro. Esta es la ley para una vida plena y feliz.
Ahora si me permites, ¿Cuál píldora tomarás?, ¿la azul o la roja?.
                                                                                                                                                Nelson Astegher

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Comentario

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Comentario de Nelson Astegher el noviembre 1, 2013 a las 8:04pm

Muchas gracias Carlos: desde tu interesante reflexión, cabe tener en cuenta que todos somos filósofos, tenemos esa capacidad. Lo que ocurre es que muchos aceptan una filosofía que les llega, y no se preocupan por saber de dónde viene. Seguramente, podrías nombrar muchos casos de estas personas en tu propia vida cotidiana. Un abrazo, Nelson.

Comentario de Carlos Gongora el noviembre 1, 2013 a las 1:19pm

Intersante Reflexion Nelson, realmente tu formacion filosofica aporta mucho a los miembros de Red Opciones. Lastima que mi horario de trabajo no me permite compartir las actualizaciones con ustedes los dias Lunes. Te felicito y agradezco tus aportes...

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