En el lejano Reino de Jiankang, vive Mu Qing, un anciano de frágil cuerpo y larga barba blanca. Sus modales serenos y su palabra siempre cuidadosa y amable, hacen de él un hombre respetado en toda la comarca. Las gentes afirman que Mu Qing, en su juventud, fue iniciado en los misterios de la antigua sabiduría. Y en realidad, tanto sus vecinos como su único hijo que con él vive, admiran su gran lucidez y templanza.
Aquel día, los vecinos de Jiankang se encontraban muy apenados. Durante la pasada tormenta, las dos yeguas de Mu Qing había salido de sus corrales y escapado a las montañas, dejando al pobre anciano sin los medios habituales de subsistencia. Ante tal hecho, el pueblo sentía una gran tribulación por lo que sus habitantes no dejaban de desfilar por su honorable casa: ¡”Qué desdicha”! ¡”Pobre Mu Qing”! le decían sus vecinos, ¡”Maldita tormenta cayó sobre tu casa”! ¡”Qué mala suerte ha pasado por tu vida”! ¡”Tu casa y tu hacienda está perdida...”! Mu Qing, amable, sereno y atento, tan sólo decía una y otra vez: Así tenía que ser... Al poco, el invierno comenzó a asomar sus primeros vientos trayendo un fuerte frío a la región, y ¡sorpresa! Sucedió que las yeguas de Mu Qing retornaron al calor de sus antiguos establos, pero en esta ocasión, lo hicieron preñadas y acompañadas de 40 caballos salvajes encontrados en las montañas. Con esta llegada, el ganado de Mu Qing se vio incrementado de manera inesperada. El pueblo, al enterarse de tal acontecimiento, sintió un gran regocijo por la buena suerte del anciano, de tal forma que, uno a uno, fueron desfilando por su casa, para felicitarlo por tal bonanza. ¡”Qué buena suerte tienes anciano”! ¡”Benditas sean las yeguas que escaparon y más tarde aumentaron tu manada”! ¡”La vida es generosa contigo Mu Qing...”! A lo que el sabio anciano tan sólo contestaba una y otra vez: Así tenía que ser.
Pasado un corto tiempo, los nuevos caballos fueron domesticados por el hijo de Mu Qing que, desde el amanecer hasta la puesta del sol, no dejaba de preparar a sus animales para las nuevas faenas. Podría decirse que la prosperidad y la alegría reinaban en aquella casa. Una mañana como cualquier otra, sucedió que uno de los caballos en que el joven estaba aprendiendo a montar derribó al joven hijo de Mu Qing con tan mala fortuna que sus piernas y un brazo e incluso algunas costillas, se fracturaron en la tremenda caída. Como consecuencia, el único hijo del anciano quedaba impedido durante un largo tiempo para la actividad diaria. El pueblo quedó afligido por esta triste noticia por lo que todos los vecinos fueron pasando por su casa, mientras decían al anciano: ¡”Qué desdichado debes sentirte Mu Qing”! le decían apesadumbrados. ¡”Qué mala suerte, tu único hijo”! ¡”Malditos caballos que han traído la desgracia a tu casa”! El anciano escuchaba sereno y tan sólo respondía una y otra vez: Así tenía que ser... Con el tiempo, el verano caluroso fue pasando y cuando se divisaban las primeras brisas del otoño, una fuerte tirantez política con el país vecino estalló en un conflicto armado. La guerra había sido declarada en la nación y todos los jóvenes disponibles eran reclutados en aquella negra aventura. Al poco de conocerse la noticia, se presentó en el poblado de Jiankang un grupo de militares gubernamentales con la misión de alistar para la batalla a todos los jóvenes disponibles de la comarca. Al llegar a la casa de Mu Qing y comprobar la herida de su hijo, siguieron su camino y se olvidaron del muchacho que tenía todos los síntomas de tardar en recuperarse durante una larga temporada. Los vecinos de Jiankang sintieron una gran alegría cuando supieron de la permanencia en el poblado del joven hijo de Mu Qing. Así que, de nuevo, uno a uno fueron visitando al anciano para expresar la gran suerte que de nuevo al anciano con su Ala acariciaba.
¡”Gran bendición ha llegado a tu vida Mu Qing”! le decían ¡”Bendita caída aquella que conserva la vida de tu hijo y lo mantiene a tu lado durante la inseguridad y la zozobra de la guerra”! ¡”Gran destino el tuyo que cuida de tu persona y de tu hacienda manteniendo a tu hijo en casa”! ¡”La buena suerte bendice tu casa”!. El anciano mirando con una luz traviesa en sus ojos tan sólo contestaba: Así tenía que ser...

¿Existe algún hecho “casual” en la vida? Si para la Ciencia, los hechos han dejado de ser aislados y casuales porque todo el Universo prepara lo suyo con inteligencia, ¿tenemos que pensar en la casualidad? ¿no hay acaso un gran Propósito detrás de todo lo que sucede? En realidad, la casualidad es el nombre que le damos a una ley todavía desconocida. Y sin duda, tal afirmación señala que todo está en todo y es a su vez causa de todo.
El hecho de aprender a leer entre líneas lo que cada acción, por mala que parezca, trae a la vida, y a su vez poder descubrir los cambios que con eso se avecinan, supone el aprender por excelencia. Recuerda que no conseguir lo que quieres, a veces significa un maravilloso golpe de suerte.
Ahora piensa, ¿cuanto te dolió, cuando buscabas afanosamente lograr esa meta, esa meta que considerabas todo para tu vida y no la alcanzaste?. Pensaste que era el gran fracaso y ahora, tiempo después, te das cuenta de cuantas bendiciones recibiste, cuantas cosas maravillosas llegaron porque eso no se produjo, porque aquello no era bueno para ti. Esta es una gran lección con la que aprendemos y agradecemos a la vida.
En la vida no hay cosas que temer. Sólo hay cosas que comprender. Marie Curie

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