Cada tanto tiempo, los gobiernos latinoamericanos fijan fugazmente su liviana atención en los problemas de la educación.
En general, las evaluaciones que se realizan con diversos propósitos de control educativo, ponen de manifiesto deficiencias muy graves de los niños, y sobre todo de los grupos adolescentes.
El afianzamiento de aprendizajes eficaces es un gran desafío. Los resultados en pruebas nacionales e internacionales revelan importantes preocupaciones (PREAL, 2011).
Las evaluaciones
Los países de la región alcanzan los resultados más bajos en las pruebas internacionales, y sus mejoras no son aún suficientes para superar a otros países. Sólo 3 de 9 países que participan en las pruebas Pisa (Chile, Colombia y Perú) muestran avances con relaciones a versiones anteriores, no obstante, siguen siendo los países de más bajo rendimiento.
"65% de los estudiantes de Brasil, Argentina, Panamá y Perú no superan siquiera el nivel 2, considerado como lo mínimo necesario en lectura.
En contraste, 95% de los estudiantes de Finlandia, Corea del Sur, Hong Kong y Shanghai alcanzan este nivel. Latinoamérica y el Caribe obtienen sistemáticamente peores resultados que lo que predeciría su nivel de ingreso per cápita o su gasto en educación."
Crisis en los niveles de desempeño
La disminución de las brechas de desigualdad es una prioridad: los niños provenientes de las familias pobres alcanzan menores puntajes que aquellos provenientes de familias de clase media y alta.
Y las escuelas no logran desarrollar en sus estudiantes las competencias que se requieren en las sociedades actuales en cuanto a la participación ciudadana y el desempeño exitoso en los mundos productivo y personal. (PREAL, 2011).
En general, los resultados de estas competencias evaluatorias que se realizan con diversos propósitos, ponen de manifiesto las graves deficiencias de nuestros niños y nuestros adolescentes. Cuando la prensa toma esta información, logra que los pueblos se escandalicen por unos días o a veces por unas horas.
Pero de todas maneras, llama la atención que sorprenda este escaso rendimiento académico, cuando en realidad la sociedad latinoamericana de muchos países no privilegia ese aspecto de la educación.
Se busca acceder a la certificación del fin de los estudios, pero sí es posible, realizando el menor esfuerzo intelectual posible.
Con un hecho común en numerosas publicaciones, es las que por diversos motivos la escuela ha estado inactiva por grandes lapsos de tiempo, las reclamaciones no se centran en recuperar el conocimiento perdido, sino el que se certifique oficialmente lo que no se ha hecho.
La escuela como asistencia social
En estos tiempos se requiere que la escuela sea un centro de asistencia social. Que se dé de comer a quienes más necesitan, tarea que felizmente los estados aún pugnan por cumplir, y que se les dé entretenimiento a quienes por estar en mejor situación económica reciben el alimento en sus hogares.
En este comedor club y también guardería se presta poca atención a la calidad de la nutrición intelectual que debe dar la escuela. Y si bien estamos en acuerdo sobre la asistencia alimentaria a los jóvenes, esta nutrición resulta muy decisiva, para quienes no encuentran en el ámbito de su familia ninguna posibilidad de alternativas culturales diferentes a la superficialidad, la vulgaridad y muchas veces la irracionalidad que hoy exhibe la sociedad a través de los medios masivos de comunicación. Como una cuestión social, el problema de la educación en Latinoamérica es de una enorme complejidad, imposible de profundizar en un comentario breve, pero lo cierto es que esta educación está condenada a un proceso esquemático.
Si bien existe como base fundamental una crisis salarial en la docencia, se puede advertir que estas bajas remuneraciones responden a un escaso interés social que los países muestran por la docencia.
Solemos ver que la educación es muy valorada en los discursos políticos, pero pocas veces, como individuos estamos dispuestos a tomar la responsabilidad de los sacrificios necesarios para concretar en los hechos la importancia que solemos otorgarle en nuestra palabra.
El regreso a las fuentes
Esta es una situación que nos compete a todos, y parece no existir otra solución que volver a las fuentes.
En primer lugar habrá que recrear a los alumnos, porque estos han desaparecido y fueron reemplazados por "los jóvenes".
Ser joven dejó de constituir una etapa en la larga distancia de la formación de una persona, para constituirse en una categoría, un grupo afianzado, que especialmente responde a su característica para generar todo tipo de consumo.
Hemos olvidado que el verdadero propósito de la educación tiene que ser, hacer íntegro al joven en cuanto a competencia, y también en cuanto a conciencia, porque si creamos el poder de competencia sin la orientación correspondiente, para gobernar ese poder, estaremos pervirtiendo la educación.
Sabemos que la competencia se desintegra si no va acompañada de la conciencia. Separar el elemento moral y ético de la educación es preparar un porvenir aterrador para cualquier nación.
Y eso es lo que hacemos cuando la sociedad actual reconoce a los jóvenes el derecho de resistirse activamente a educarse. Pero no todo el fracaso es de los alumnos, puesto que se ha abandonado la usanza pedagógica de crearlos.
Entonces los profesores, se sienten amenazados en su oficio, porque encuentran sentados frente a ellos pocas personas dispuestas a realizar el esfuerzo de concentración, de respetar al conocimiento, que supone el esfuerzo de aprender.
En la institución escolar hoy se permite hacer de todo salvo la humilde pero esforzada tarea de enseñar y aprender.
La realidad no nos engaña, nos devuelve el reflejo de nuestro desinterés.
Hoy todos queremos ser jóvenes, como es más fácil y cómodo no reconocerles el derecho que tienen a ser enseñados, a ser puestos en posesión de su herencia, de la que tampoco han sido advertidos a reclamar.
Hemos abandonado la tarea de enseñar, que es la de introducir a los recién llegados a la escuela a un mundo que les antecede y que deben conocer y vivir en él.
Nos han convencido de que somos los adultos quienes debemos aprender de los jóvenes.
Una posible respuesta a esta problemática es que los padres continúen activamente generando alumnos en sus propios hijos.
Y los maestros deberán ganar el valor de volver a enseñar.
Se necesitará coraje para imponerse sobre la conformidad de moda, que predica la justificación de la actual enseñanza de la ignorancia, recurriendo a teorías que se explican en un lenguaje que muchas veces escapa a la comprensión humana.
Mientras discutimos, las nuevas generaciones de latinoamericanos esperan la oferta que merecen escuchar: recibir algo mejor de lo que les estamos brindando.
Y si consideramos que estamos formando a las generaciones que van a dirigir el mundo del mañana recordemos que:
El valor de un Estado, a la larga, es el valor de los individuos que lo componen; y un Estado que posterga los intereses de la expansión y elevación intelectual de sus miembros en favor de un ligero aumento de la habilidad administrativa, en detalles insignificantes; un Estado que empequeñece a sus hombres, a fin de que sean, en sus manos, dóciles instrumentos (incluso para asuntos de carácter benéfico), llegará a darse cuenta de que, con hombres pequeños, ninguna cosa grande podrá ser realizada; y que la perfección del mecanismo al que ha sacrificado todo acabará por no servir de nada, por carecer del poder vital que, con el fin de que el mecanismo pudiese funcionar más fácilmente, ha preferido proscribir.
Una nación crece en la medida en que crezcan sus pensadores; y un pensador crece en la medida en que cultive el pensamiento reflexivo.
Enfrentamos el hecho de que los ciudadanos latinoamericanos han abandonado su moral personal por una moral colectiva, institucionalizada. Han abandonado la convicción reflexiva por el sentimentalismo comprometido y la popularidad, es decir, la responsabilidad por la obediencia. Amarga medicina, por cierto.
Entonces continuemos debatiendo este tema que nos incluye a todos ya que nuestra función de facilitadores, desde nuestro lugar de trabajo, es tocar vidas y cambiarlas. Sólo así podrá manifestarse una luz de esperanza en el nuevo milenio. Y esta debe ser desde hoy nuestra tarea.

Libro-Los siete saberes necesarios para la educación del futuro.pdf

EL VOLUNTARIADO SOLIDARIO.pdf

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