Existe una inteligencia común, como una gran nube que cubre a todos los seres humanos y a toda la creación. Cada persona tiene un contacto con esa inteligencia y todo lo que en ella existe.
Quien es admitido en esta inteligencia, se convierte en copartícipe del derecho de razón. Esto significa que lo que pensó Sócrates, lo puedes pensar tú.
Puedes sentir lo mismo que sintió Francisco de Asís o Leonardo Da Vinci o la madre Teresa.
Quien logra el acceso a este espíritu universal, es partícipe de todo lo que pueda lograrse. Dicho de otra manera las virtudes se concentran en la confianza en sí mismo.
Nacimos para ser libres y valientes. Valientes, porque el temor es hijo de la ignorancia.
Porque si ocultamos la cabeza entre las plantas tal como el avestruz, si hacemos eso al enfrentar los riesgos, los riesgos seguirán siéndolo y el temor que nos afecta aumentará.
En la lucha por la superación, en la existencia, aprendemos a mirar a los ojos del riesgo, reconocer su origen, comprender su naturaleza y su extensión lo que nos enseñará cómo tomarlo, desafiarlo y dominarlo.
Tenemos que aprender a ver a través de las apariencias del mundo. Eso nos va a empoderar.
Muchos errores y la ceguera que existe para combatirlos, se deben quizás a nuestra propia tolerancia, la tuya y la mía, que cuando lo adviertes, ya le estás asestando un golpe mortal.
El espíritu escucha en partes un mensaje, cualquiera sea. El sentimiento que genera vale más que cualquier pensamiento que puedas recibir.
Creer en tu propio pensamiento, como decía Emerson, creer que lo que es verdadero para ti en lo profundo de tu corazón es verdadero también para todos los hombres, eso es el genio.
Expresar tu más profunda convicción, será a su tiempo el sentir colectivo, porque lo más íntimo llega a ser lo más externo, y no te extrañes encontrarte sorpresivamente con tu primer pensamiento en boca de la gente.
¿Por qué seguir entonces postergando decisiones? Íntimamente adviertes una voz sin sonido que te anima.
Tu cuerpo resiste y lo desconocido agita tus fantasías internas.
Las fronteras de lo desconocido, que vas a atravesar se presentan amenazadoras a los ojos de tu niño interno.
Entonces las dudas te detienen, pugnan para que tu mente aplace los cambios.
El temor se abalanza sobre ti con seductoras frases de "tendrías", "deberías" y "podrías". Si no detienes el aluvión, tus decisiones y planes se amontonan en el rincón de la desesperanza y morirán de tristeza en sus intentos de liberarse.
Entonces muévete hacia el lugar donde se alinea tu esencia. Confía en tus corazonadas, obedece los dictados de tu intuición.
Permite que la existencia te guíe con sus señales. Nuevas puertas se estarán abriendo, date permiso para verlas.
No sientas temor, no te permitas sentir miedo.
Confía en que todo sucederá para tu mayor bien, tu corazón lo sabe y la emoción lo asevera.
Tienes que mantener tu fe en ti, esfuérzate en moverte hacia tus logros. Los movimientos externos producirán movimientos internos. Llegan nuevas vivencias, ábrete a ellas. Te llevarán a tu destino.
Para elegir tus objetivos, comienza por hacer una lista completa de todos tus deseos. De todo aquello de lo que te arrepentirías, de no haber hecho, haber tenido, haber sido; si llegaras al final de tu vida sin haberlo realizado.
Sobre todo, no te preguntes si esta lista es razonable. Tampoco busques establecer orden de prioridades. Autorízate a soñar y haz la lista más completa posible, el resto vendrá por añadidura.
El momento ha llegado de ponerte al abrigo de los “extingue-sueños” y dejar libre rumbo a tus deseos, los más locos y los más secretos.
Hay quienes utilizan su razón de ser y sus objetivos de vida como tema de conversación para tornarse interesantes en frente de otros.
Así haciendo, disipan su energía, exponiéndose al ataque de los “extingue-sueños”; se cuentan historias que terminan por remplazar la acción y la realización de sus proyectos.
Otros juegan con las fuerzas invisibles sin saber el mal que se hacen. Las palabras tienen poder, y sea lo que sea que digamos, terminamos por atraerlo.
Algunos viven en la crítica y los pensamientos negativos y se sorprenden de que nada funcione en su vida.
Nadie puede escapar a la ley del sembrador, según la cual, recogemos lo que hemos sembrado.

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