Cuenta una historia Sufi que un maestro y su discípulo recorriendo los campos llegaron a una pequeña comunidad en la que se respiraba el olor más intolerable, el hambre se reflejaba por doquier, casas muy humildes de desgarrante pobreza, y sus habitantes pocos más que hambrientos, sumergidos en una profunda apatía y desesperanza.
El maestro interrogo a uno de sus habitantes:
• ¿De que viven? ¿Cómo se mantienen vivos todos ustedes?
- De una vaca, de ordeñar su leche nos alimentamos, elaboramos un poco de crema y mantequilla con lo que compramos lo indispensable.
El maestro continuó su camino y al poco rato le ordenó a su discípulo:
• En la noche tomas la vaca y la empujas al precipicio.
- No Maestro, es una gran injusticia lo que me pide, esta pobre gente depende totalmente de esta vaca, morirán de hambre, no lo dude.
• Has lo que te ordeno.
Resignado el joven cumplió al pie de la letra la orden de su maestro. Pasaron los años y el discípulo ya convertido en Maestro fue a visitar nuevamente a esa comunidad pues no alcanzaba a comprender tan extraña e injusta decisión de su Maestro en aquel entonces.
Grande fue su sorpresa al encontrarse con un pueblo renovado, se respiraba prosperidad allí, la mirada y actitud de sus habitantes eran totalmente distintas, los niños transmitían optimismo y se los veía de muy buena salud.
Preguntó: ¿qué había ocurrido?, ¿a qué se debía ese cambio? Uno de los colonos le explicó:
-Hace años vivíamos todos de una vaca, que era nuestra única esperanza y manutención, una mañana la vaca amaneció muerta en el fondo del precipicio, desesperados comenzamos a imaginar que hacer para poder seguir viviendo, vendimos entonces la carne y con ese dinero compramos semillas y sembramos vegetales, con esos productos los vendimos y compramos gallinas, con la venta de los huevos compramos nuestro primer cerdo. Luego adquirimos otro cerdo, vendimos su carne y sembramos más campo, logrando así más hortalizas y por tanto mayor ganancia.-
Así continuó narrando la cadena de valor que habían creado, y la hermosa vida que estaban logrando.
El maestro reflexionó, ¡sabio era mi mentor!, pensó, su acción les hizo despertar de su aletargada resignación, que de no haberlo hecho era su camino a la mediocridad y a una vida oscura. Bendita sea la adversidad que nos impulsa a triunfar y es una oportunidad de progreso en sí misma.

Y tú, ¿cual es tu vaca?, acaso un empleo en que ganas muy poco y no te atreves a cambiar, acaso un titulo, que te impide desarrollar un iniciativa de trabajo porque siendo profesionista solo de eso puedes trabajar. Tienes miedo en tu trabajo de innovar y mostrar tu capacidad porque no crees que seas escuchado?.
Lanza tu vaca al precipicio y muéstrate al mundo como eres, crea, innova, propone y veras que tus recursos no tienen límites, y es cierto, la mente humana no tiene límites, solo, los que tú quieras ponerle. Hazlo y el mundo reconocerá tu capacidad y tendrás toda la abundancia que mereces. Recuerda siempre, la adversidad es tu pasaporte al éxito.

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