Hace algunos días, un colega me invitó a presenciar una reunión sobre ética religiosa, reunión de carácter internacional, en un auditorio de la ciudad. Así que, motivado por mis estudios sobre ética conductual, decidí asistir. En la conferencia que se iniciaba, fue presentado un sacerdote, representante de una importante iglesia nor-teamericana. En una parte de su disertación, manifestaba con gran énfasis a los asis-tentes las razones de la pobreza en el mundo, los pobres, decía, son indigentes por una razón: su conducta y forma de pensar. Los ricos en cambio, se merecen su riqueza, puesto que son morales ante el Creador y tienen bien merecido su bienestar.
Esta descabellada afirmación, muy aplaudida por los presentes, me retrotrajo a la situación de los campesinos de la edad media, donde la iglesia oficial adoctrinaba a su membresía explicando que los señores feudales habían sido ángeles en la preexistencia, gramaticalmente, ambas me parecen una justificación globalizada.
¡Cuantas filosofías han tratado de justificar la existencia de los pobres, de los menesterosos!.
Los gobiernos tienen una explicación sobre la existencia de los desamparados.
Un ingrediente casi mágico, el producto bruto interno, justifica las estadísticas que anuncian la disminución de la pobreza.
Cuando alguien dice que hay chicos de la calle pidiendo limosna en los semá-foros, o alimentándose con comida putrefacta, una autoridad del gobierno lo desmiente porque como el PBI creció debe ser un espejismo. La realidad la dan los institutos del saber económico que moldean sus cifras. Si el PBI aumenta hay menos pobres.
Según el índice, cuando la inversión aumenta hay más trabajo, aunque no lo haya.
Según el gobierno la administración adecuada de la flexibilidad salarial, contribuye a aumentar la fuente de trabajo y así ser un paliativo contra la pobreza.
Cuando se habla de rebajar las restricciones a la flexibilidad salarial, quieren decir maleabilidad hacia abajo, no hacia arriba. Cuando se habla de movilidad laboral no se hace referencia al derecho de la gente de mudarse allá donde quiera, tal como ha sido siempre reclamado desde la teoría del libre mercado, desde Adam Smith, sino más bien se hace referencia al derecho de despedir trabajadores cuando convenga a la actual versión de la globalización, basada en los inversores y el capital. Las empresas deben tener libertad de movimientos, pero no así la gente, ya que sus derechos son secundarios, anecdóticos.
La inflación baja ¿genera pobreza?
Los gobiernos dicen que la salvación para las clases sumergidas es la inflación baja, ya que los trabajadores tienen miedo de reclamar más salario y beneficios. Se encuentran inseguros. Esto se ve a las claras si examinamos las estadísticas. Durante los últimos 25 años, en este período de repliegue de crisis de la democracia, los sala-rios se han estancado o han bajado para la mayor parte de la fuerza de trabajo, para los trabajadores no calificados, y las horas de trabajo han aumentado espectacular-mente; esto se comenta, por supuesto, en la prensa económica, que lo describe como “un desarrollo deseado de trascendente importancia”, con trabajadores obligados a abandonar sus “lujosos estilos de vida”, mientras los beneficios empresariales son “preeminentes” y “prodigiosos”.
En los últimos sesenta años, se ha criticado al Estado como oficina de servicios; los funcionarios ansiosos que no soportan el rostro de la pobreza forman un ejér-cito de administradores del bien público que no hacen más que fraccionar libertades; la crítica al dogma del pleno empleo obtenible por cierto pero con dosis altas o graduales de inflación; el fin de la mitología que hace de los sindicatos y de la fuente de sus asociados la causa del progreso social, la comprobación de que no sólo no es así, sino que los gremios sojuzgan a sus afiliados y condicionan su posibilidad laboral, todo esto ahora es un mensaje de crítica realidad.
Se descubre también que la pobreza no fundamenta una necesidad de urgen-cia en los primeros tiempos del desarrollo económico, no es una urgencia que pueda solucionarse, su solución depende del crecimiento y aparece una vez que éste se apuntala. La nueva economía global comienza a girar en toro a tres ejes: la macroeco-nomía del dinero, el crédito y los intereses. Conquista al mundo un nuevo amor por las riquezas; Peter Drucker cita al primer ministro de la China comunista, que en 1985 dijo: convertirse en rico es hermoso. Porque ya constituye una verdad universal que la prosperidad es servicio, que la actividad mercantil es benefactora; y las investigaciones del clérigo y las del intelectual progresista, quedan en el granero de las antipatías.
Con todas estas maravillas de la modernidad, donde, desde los celulares, los Palm y los Notebook, se torna dudosa la existencia de tantos pobres, los economistas han sido agua refrescante, rocío del amanecer, para las amapolas de la quimera. Su labor ha sido y es la de delinear los límites de la acción e imprimir el terruño de lo permisible. Por eso su trabajo también ha sido moral. La economía, más allá de ser una disciplina con pretensiones científicas, ha funcionado como la garantía moral y la nueva filosofía de lo posible.
Las naciones se han convertido en un aula de estudio de la economía. En una civilización como la nuestra en la que los únicos bienes que aparecen como tales, para la mayoría de los hombres, son los bienes económicos, ¿Cómo se combate el flagelo de la pobreza?
El dinamismo económico permite a los bienes materiales, producidos en abundancia, colaborar sin mayor dificultad, en el cumplimiento del destino humano común a todos los hombres. Parte de esta solución, de este dinamismo, está dada por el retorno del hombre a agruparse en la sociedad civil como entidad del tercer sector, agrupa-ciones sin ánimo de lucro que en forma creciente se están constituyendo como sólidas soluciones al problema humano en el orden mundial, con una visión del destino comun centrada en la felicidad del hombre, semejante a la moral inmortal que nos manda desarrollar todos nuestros valores de ser, pero diferente a la moral económica vigente casi totalmente negativa ya que condena o sospecha de los bienes espirituales y recurre, en forma casi exclusi-va, a los medios materiales, tildando de prosaicas las posesiones vitales de la existencia. Serán entonces los recursos materiales, si se convierten en bienes humanos, los que servirán de pedestal o de trampolín al perfeccionamiento de nuestra naturaleza humana.

                                                                                                                                                Nelson Astegher

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Comentario de Nelson Astegher el diciembre 7, 2013 a las 11:09pm

Por eso digo Luzmila, es posible que estemos aportando una gota de agua al océano con nuestro trabajo, pero sin esa gota el océano no sería el mismo. Muchas gracias por tu pensamiento.

Comentario de Nelson Astegher el diciembre 7, 2013 a las 11:05pm

Martha, justamente la intencion de Red Opciones es enseñar a pensar, cosa que en las escuelas comunes no se practica. Imaginate si en las escuelas se enseñara como ser feliz, que cambio en los alumnos existiría. Muchas gracias por tu aporte.

Comentario de Nelson Astegher el diciembre 7, 2013 a las 11:02pm

Si estimada Antonia, Fulton Shen era un hombre muy sabio, Fue obispo de la Diócesis de Rochester y trabajó en la televisión como presentador del programa Life Is Worth Living (La vida vale la pena vivirla) a comienzos de la década de 1950, primero en el antiguo canal DuMont Television Network y después en la ABC. Allí enseñaba a pensar a las personas. Muchas gracias por tu reflexion.

Comentario de Antonia Jáuregui Ramírez el diciembre 7, 2013 a las 9:37am

Dice Fulton j. Shen: que la pobreza tanto material como espiritual, es el reflejo de la pobreza del pensamiento.

Comentario de Martha Eugenia Rueda Ardila el diciembre 6, 2013 a las 7:23pm

La prosperidad y la felicidad  depende de nosotros y nuestra manera de pensar y sentir, pero hemos sido muy mal programados por nuestros educadores, pero la verdad es que lo que de verdad queramos en la vida lo podemos lograr y el universo nos lo proporciona. 

Comentario de Luzmila Guisao Peña el diciembre 6, 2013 a las 6:15pm

El "fenómeno "de la pobreza ha servido en muchos casos, para apalancar campañas políticas en periodos  electorales, parece que es un "mal necesario" y así las culturas latinoamericanas se acostumbraron a aceptarla. 

La marcada desigualdad social contiene aspectos vedados para el pueblo, para los que no tiene acceso a las universidades de la macroeconomia, para los que fabrican las fuentes de riqueza, los que trabajan de sol a sol, en la transformación de la materia en bienes y servicios, que disfrutan en gran parte los que no la construyen, esto es una formula establecida y avalada desde los poderes que administran las riquezas, con sus políticas socioeconomicas,.Se justifica la pobreza en la religión, en la política, en muchos sistemas de creencias, hasta implantar la idea de que para alcanzar la "salvación" es necesario renunciar a la riqueza y las posesiones materiales... con y sin inflación, los desposeídos seguirán poblando las calles de las grandes urbes, la indiferencia social seguirá siendo el denominador común de las llamadas civilizaciones actuales.  

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